Arte, Ciencia y Literatura

Florencia celebra al “verdadero” Leonardo, el científico y visionario

Los Uffizi abren una ambiciosa muestra con el ‘Código Leicester’, gran tratado sobre el agua de Da Vinci, propiedad de Bill Gates. Supone el primer hito de su quinto centenario

Las revoluciones, también las científicas, suelen derramar sangre. Y algunas de las anotaciones que Leonardo Da Vinci (1452-1519) escribió en aquel volumen de 72 páginas y que anticiparon tantos descubrimientos siglos después, podrían haberle costado la vida. No era buena idea, por ejemplo, andar por ahí en 1506 con la ocurrencia de que el mundo existía desde mucho antes que el hombre o que los castigos del cielo, en realidad, no iban a llegar en forma de diluvio, sino a causa de todo lo contrario.
Pasaron 500 años y decenas de misiones de la NASA para que otras reflexiones, como la que apuntaba a la existencia de agua en la Luna pudieran ser confirmadas. El Código Leicester, el monumental tratado de Leonardo Da Vinci sobre el agua, ha vuelto a Florencia 36 años después para certificar todas aquellas predicciones revolucionarias y comenzar a celebrar el medio milenio de su muerte, que se vivirá a partir de enero.
Lo que hoy se conoce como Código Leicester, un acercamiento protoecologista a algunas de las principales cuestiones sobre el origen de la vida y la mecánica de los fluidos, formaba parte de los escritos que en 1519 Francesco Meliz se llevó de Francia a Milán. Notas dobladas sobre sí mismas e insertadas unas dentro de las otras que formaban un álbum de 32 hojas rasgadas, con su diminuta escritura especular (de derecha a izquierda, solo legible con un espejo) y donde plasmaba sus diagramas sobre los movimientos del agua. Un oasis dentro de las 30.000 páginas que debió de escribir —de las que 7.000 han sobrevivido hasta hoy— que certifican la horizontalidad de un artista dedicado a la física, la arquitectura, la botánica, la escultura o la filosofía.
Un visitante en la exposición sobre Leonardo da Vinci. TIZIANA FABI
“Hay una jerarquía de conocimiento que le hace muy conocido por su obra gráfica. Para mí, el verdadero Leonardo está en los códices que ha dejado y no en su pintura. Estaría bien que este año se expliquen estos tesoros casi ilegibles”, señala Paolo Galuzzi, director del Museo Galileo y comisario de la muestra El Código Leicester de Leonardo da Vinci: agua, microscopio de la naturaleza.
El manuscrito, elaborado entre 1506 y 1508 en Florencia y Milán, llegó la pasada semana a la Galería de los Uffizi en un embalaje especial dentro de una caja procedente de EE UU. Bill Gates, su propietario desde que en 1994 lo compró en una subasta por 30 millones de dólares —es el único de los grandes códices que no es propiedad de un Estado—, lo ha cedido para que se construyese una muestra multimedia para la que también ha aportado tecnología. Los dibujos están animados y seis pantallas interactivas permiten escudriñar las páginas del documento escrito más caro del mundo.
La muestra supone un hito entre todas las que podrán verse en 2019 alrededor del genio renacentista. No hay que esperar grandes exposiciones con su obra pictórica. Eike Schmidt, director de los Uffizi, cree imposible reunir en una muestra ese tipo de trabajos —hay 21 en el mundo— y tampoco sería lo más adecuado. “Son obras que no se pueden transportar a cualquier sitio. Se pondría en riesgo piezas únicas destinadas a llegar a futuras generaciones”. Las grandes piezas de Leonardo que posee la Galería de los Uffizi no se moverán de Florencia. De hecho, acaban de ser colocadas en una sala especial que permitirá dialogar a Bautismo de Cristo con La Anunciación y Adoración de los Reyes Magos.
Por ello, Galluzzi cree que era fundamental que el Códice volviese a Florencia este año —en la ciudad se celebrarán otras tres muestras de menor relevancia—, pero a través de un montaje que “hiciese hablar un documento que, de otro modo, sería ilegible”. “Anticipa varios elementos. Nadie había hecho antes ni después en mucho tiempo un análisis de la composición del agua, de cómo se mueve, qué daños produce o qué beneficios aporta su energía. Nadie había intentado conocer las leyes que la gobiernan”.
El Códice Leicester, que escribió a los 55 años, es uno de los primeros modelos donde se reconoce una transformación que Leonardo había empezado a asumir los años precedentes, en los que todavía prefería expresarse con el diseño. “Aquí pasó a una fase más severa, se convirtió en un humanista renegando de los orígenes. Dialoga con los filósofos y astrónomos, no con los artesanos. Busca las causas de los fenómenos. No trata de producir máquinas, sino los principios que las rigen”.
Leonardo nunca llegó a compilar un volumen con todas las ideas sobre el fluido que riega las venas del mundo. Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes y coautor con Patxi Lanceros de El libro del agua (Abada Editores), lo hizo siglos después por él. “Lo importante es que tiene una visión asombrosa de la dinámica de fluidos, pero la desborda y se convierte en una tesis sobre un tiempo no lineal de la historia, que es como se dan en la realidad”, señala Barja. Una propuesta que incluso utilizó Sergei Eisenstein para mover masas en películas como Huelga.
Pero la correspondencia también se encuentra en la propia obra de Leonardo. Schmidt cree que aplicó algunos elementos estudiados en el Códice en cuadros como Bautismo de Cristo. “Es el resultado de una visión científica del agua, pero hay una relación directa entre sus estudios científicos y la observación de la naturaleza y lo que pintaba. Su ojo no distingue entre arte y ciencia. Y hoy estamos volviendo a una visión parecida a la suya. En la edad digital, en los descubrimientos subatómicos, estamos de nuevo ante una visión integrada”.

50.000 VISITANTES EN LA PRIMERA SEMANA

Leonardo Da Vinci asegura a los museos un gran movimiento de caja. Incluso si la muestra en cuestión es compleja y carece de sus grandes obras pictóricas. La última vez que se expuso el códice de Leonardo en Florencia —en el Palazzo Vecchio, en 1982—, unas 400.000 personas visitaron la muestra. Esta vez los Uffizi esperan una cifra incluso mayor. En la primera semana, ya han acudido a la exposición unas 50.000 personas.
La muestra, uno de lo hitos de la programación de este año en los Uffizi, se ha inaugurado en plena temporada baja. Se trata de una las estrategias del director de la galería, Eike Schmidt, para regular los flujos de visitantes y dotar de estabilidad a las propuestas del museo durante todo el año. “Pero es en esta época cuando queremos ofrecer muestras de gran impacto”, señala Schmidt.
Tomado de Elpais.es
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