Arte, Ciencia y Literatura

La maldición que rodea una falsificación literaria demasiado bien hecha

Harold Stewart y el teniente James McAuley se inventaron la obra de un poeta falso para burlarse de la falta de criterio literario de ciertas publicaciones

Grande y en ocasiones prodigioso ha de ser el aburrimiento que genera una guerra entre los soldados cuando no están combatiendo. Tanto, que algunos se inventan unas estratagemas la mar de ingeniosas, cuando no descabelladas, para vencer al enemigo que llevan dentro, que no es otro que un espeso, persistente y despiadado hastío. Algo por el estilo les pasó en Australia durante la II Guerra Mundial al cabo Harold Stewart y el teniente James McAuley, estando los dos en la pequeña oficina que compartían de la Dirección de Investigación y Asuntos Civiles, una especie de think-tank militar.

Había llegado a manos de este par de mortalmente aburridos soldados, ambos poseedores de una indisimulada ambición literaria, un ejemplar de Angry Penguins, una revista de poesía recién fundada en Adelaida por el poeta Max Harris. Les parecieron de ínfima calidad los poemas con ínfulas modernistas que llenaban las páginas de la publicación, que aun vistos con ojos benévolos no pasaban de bodrios sin sentido que se ahogaban en la pútrida estela de T.S Eliot y Ezra Pound.

Cómo nació Ern Malley

Renuentes a dejar semejante provocación sin respuesta, Stewart y McAuley escribieron al alimón en una sola tarde 16 poemas parodiando los disparates poéticos que habían leído en Angry Penguins. Acto seguido, urdieron entre risas conspirativas un plan destinado a reventar esas sandeces que amenazaba con despertar a las letras australianas de su plácido sueño provinciano.

Así nació de la nada Ern Malley, presunto autor de los únicos 16 poemas conocidos de este ignoto -por inexistente- poeta, reunidos bajo el enigmático título de The Darkening Ecliptic. Enviraron el manuscrito a Max Harris acompañado de una misiva de Ethel, la igualmente inventada hermana del poeta, en la que ésta explica que el pobre Ern murió a los 25 años víctima de la enfermedad de Graves, uno de cuyos síntomas es el exoftalmos, o sea, ojos saltones, que es lo que debía de tener Harris al leer entusiasmado “Dürer: Innsbruck, 1495”, el primer y deslumbrante poema del difunto bardo desconocido de un suburbio de Melbourne, que contenía estos versos:

“Había leído en libros que el arte no es fácil

pero nadie me advirtió

que la ignorante mente

repite la visión de otros.”

Partidarios y detractores

Nada más acabar la lectura de los otros 15 poemas, Harris determinó que era su obligación hacer llegar a la atención de sus rústicos compatriotas la única obra conocida de Ern Malley mediante un número especial de Angry Penguins.

Se produjo desde el primer momento de su publicación un encendido enfrentamiento entre partidarios y detractores de la poesía de Ern Malley. Al cabo de unos meses admitieron públicamente Stewart y McAuley que se trataba de un bulo, que sólo pretendía hacer patente el escaso o nulo espíritu crítico de Harris y sus semejantes. Pero este asunto ya se les había escapado de las manos al saltar de la prensa a los juzgados: un detective de policía presentó una querella contra Harris por obscenidad, ya que uno de los poemas de Malley hacía explícita referencia a los genitales masculinos.

Las consecuencias de una broma

Harris le cayó una multa de cinco libras. Pero eso no fue más que la primera de sus desgracias: Angry Penguins no sobrevivió al escándalo y Harris arrastraría para siempre el estigma de Ern Malley. De hecho, jamás volvió a levantar cabeza, por mucho que lo intentara.

Al constatar Stewart que la brillante carrera literaria que tanto ansiaba para sí nunca iba a librarse de la sombra de Ern Malleyse instaló en el Japón en 1966, donde pasaría el resto de sus días escribiendo haikus que nadie leería. El cada vez más conservador McAuley, por su parte, en un intento de distanciarse del maldito bulo, se lanzó a cofundar un partido político de marcada tendencia católica.

En cuanto a Ern Malley, su fama no hacía más que crecer, y no sólo en Australia. Sin ir más lejos, tanto el crítico inglés Herbert Read como el joven poeta americano John Asbery expresaron su admiración por los poemas de Malley. El Penguin Book of Australian Poetry (1991), no hacía mención alguna de Harold Stewart o James McAuley, pero sí recogió entero The Darkening Ecliptic del inexistente poeta Ern Malley. Lo que fue en todo caso un tributo apropiado, aunque algo tardío, a los pingüinos airados de Harris.

la vanguadia.com

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