Opinión
Ponerla en China / Bernardo Vega
Por: Bernardo Vega
Todo comenzó muy bien ya que, después de todo, ambos países tenían como presidentes a generalísimos, Chiang Khai-shek y Trujillo. Desde 1962 comenzó Taiwán a ayudarnos económicamente pues éramos de las pocas naciones que la reconocían. Nunca olvidaremos el impacto que tuvo la estación experimental arrocera de Juma, Bonao y cómo auspició la casi autosuficiencia en nuestro alimento básico.
Las cosas se complicaron cuando Richard Nixon en 1972 reconoció a Pekín y dejó de reconocer a Taiwán. Joaquín Balaguer dio un primer paso al abrir una oficina de intereses económicos en Hong Kong en 1993. Quedan con Taiwán tres países centroamericanos. Hace once años Costa Rica, entonces gobernada por el premio Nobel, Oscar Arias, reconoció a China y, en “agradecimiento” Pekín donó un flamante estadio de futbol y, muy discretamente, compró bonos soberanos costarricenses pagando una tasa muy inferior a la del mercado. Hace un año Panamá también reconoció a China y así hizo sucumbir el plan de una empresa china de construir un canal por la Nicaragua de Daniel Ortega. Quedan con Taiwán tres países centroamericanos.
Taiwán siempre ha cabildeado el mantenimiento del reconocimiento dominicano. Ningún congresista dominicano que se respetase dejó de ser invitado a conocer ese país. Pared Pérez fue el último. Hipólito Mejía, enamorado de la agricultura taiwanesa, estuvo allí varias veces.
Como reacción a mis artículos en la prensa y declaraciones por televisión a favor de reconocer a China, que datan de bastantes años, escuché a más de un presidente dominicano decirme que había que seguir con Taiwán porque como menos de veinte países, todos pequeños, la reconocían, recibíamos un tratamiento muy especial, el cual desaparecería si fuésemos uno de los más de cien países que reconocen a Pekín. La ayuda taiwanesa se concentraba en despachos estratégicos, como el de la primera dama y nuestra cancillería y cada vez que tomaba posesión un presidente dominicano asistía al acto el presidente de Taiwán.
El ex general José Miguel Soto Jiménez, embajador en Formosa, probablemente fue el que “convenció” a los taiwaneses de que los militares dominicanos “influían” mucho en nuestra política externa y por eso la plana mayor militar dominicana estuvo recientemente en Taiwán y la ayuda que antes era para cultivar arroz y equipar hospitales de pronto se concentró en helicópteros y otros equipos militares. El canciller taiwanés nos visitó y no lo recibió nuestro canciller y menos nuestro presidente. Las señales eran claras.
Cuando los países latinoamericanos se reunieron en Santiago de Chile, China se hizo presente. Y es que ya era el principal socio comercial de varias de las grandes economías suramericanas. Tanto así que el ex canciller norteamericano, Rex Tillerson, en su primer y único viaje a América Latina, se quejó amargamente del caso que la región le estaba haciendo. Y es que después de lo de Odebrecht, China también había devenido en un gran contratista de obras y acreedor muy importante. La queja de la semana pasada de Washington por nuestro acuerdo con Pekín hay que verla a la luz del tema continental. Lamentablemente Pekín usa mano de obra china y no local en sus proyectos, como se ha visto en las Antillas angloparlantes. Pedirá excepción de la ley del 80-20. El interés chino es por los “commodities” agrícolas y mineros. En la propia República Dominicana, a través de un grupo australiano, es dueña de una de nuestras minas de oro.
Dado su exitoso crecimiento económico China devino en el país cuyos ciudadanos hacen más turismo en el mundo. Fluyen en “manadas” teniendo hoteles y restaurantes exclusivos para sus usos. Recientemente se han establecido vuelos directos de Pekín a Ciudad México, lo que augura turismo chino para la región caribeña. Lamentablemente se interesan por los juegos de azar y la prostitución.
Pekín siempre ha “regalado” algo a cambio del reconocimiento. No creo que nuestro país sea una excepción. Ojalá sea algo constructivo como ampliar y modernizar el puerto de Manzanillo y que ese “regalo” no se vincule a la corrupción, pues los hijos de Mao la practican mucho.
Nuestra cancillería siempre ha pensado, y con razón, que para estar nosotros en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se necesita el “nihil obstat” de Pekín. Ahora lo ha conseguido.