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El Ejército de Nicaragua rechaza reprimir las protestas contra Ortega
Atrincherado en la parroquia de San Miguel, en Masaya, el sacerdote Edwin Román socorría, con el apoyo de un doctor y tres estudiantes de Medicina, a los heridos que llegaban producto de los enfrentamientos violentos registrados la noche del sábado entre vecinos, fuerzas antidisturbios y huestes del Gobierno en esta ciudad localizada a 35 kilómetros al sur de Managua. Román relató vía telefónica un escenario de caos y destrucción en la que es la jornada más violenta desde abril, cuando el presidente Ortega ordenó una dura represión para sofocar las manifestaciones contra una reforma a la Seguridad Social que impuso sin consenso.
Activistas del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) se trasladaron la mañana del domingo a Masaya para determinar el número de muertos y heridos tras los violentos enfrentamientos. Gonzalo Carrión, director jurídico del CENIDH, dijo que habían logrado confirmar un muerto y “más de un centenar de heridos”. Se trata de Heberto Antonio Rodríguez, de 42 años, quien murió tras recibir un disparo en la cabeza. Con él se elevan a 53 las víctimas mortales de la violencia en Nicaragua, dijo el activista de derechos humanos.
“Mientras el presidente Ortega habla de dialogar, mantiene la orden de matar. El suyo es diálogo asesinando”, dijo Carrión. “Esto es cinismo y barbarie. Fue un día de terror y muerte. En eso se traduce el mensaje del Gobierno cuando habla de diálogo”, agregó.
Los enfrentamientos en esta ciudad famosa en Nicaragua por sus artesanías comenzaron en el barrio indígena de Monimbó, donde desde hace dos semanas los vecinos se han alzado contra Ortega. El sacerdote dijo que huestes del Frente Sandinista provocaron a los habitantes de la localidad, que respondieron con “piedras y garrotes”. La violencia se extendió al resto de la ciudad, donde se levantaron barricadas. Fuerzas antidisturbios fueron movilizadas hasta Masaya, pero los enfrentamientos se recrudecieron. Vecinos consultados por teléfono dijeron que grupos “paramilitares” armados con fusiles AK disparaban a mansalva y con impunidad, a pesar de la presencia de fuerzas de la Policía.
El sacerdote Román relató que la casa de la vicealcaldesa de la localidad fue saqueada y los muebles quemados en la calle. También se reportan incendios en el célebre mercado de artesanías y otros saqueos en la Alcaldía. Una de las personas que atendía a los heridos en la parroquia de Román dijo vía telefónica que en la jornada habían dado auxilios al menos a 25 personas, tres de ellas con heridas de gravedad, incluido un joven con un disparo en el cuello y otro a quien le reventó una bomba artesanal en el estómago. “Se le veían todas las vísceras. Necesitaba una cirugía de emergencia”, relató. El herido fue trasladado de urgencia a un hospital capitalino.
Además de Masaya se registraron fuertes disturbios en ciudades clave como León, Rivas, en el oeste y sur del país, respectivamente. Managua mantenía una tensa calma, aunque los estudiantes atrincherados en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y en la Universidad Politécnica se mantenían en guardiadespués del ataque de huestes del Gobierno a sus recintos el jueves pasado, que dejó dos muertos y al menos 16 heridos. La cifra de muertos ya superó el medio centenar desde el inicio de la violencia en abril.
Mientras tanto, el vocero del Ejército de Nicaragua, el coronel Manuel Guevara dijo a la agencia France Presse que los militares no reprimirán las protestas pacíficas, distanciándose de esta manera de la estrategia del Gobierno del presidente Ortega, que con sus huestes y la Policía ha desatado una dura represión para sofocar las protestas.
“No tenemos por qué reprimir”, dijo Guevara, quien aseguró que los militares se apegarán a la Constitución, que los mandaría a “proteger objetivos vitales para el funcionamiento del país”. El vocero militar aseguró que reconocen el diálogo nacional, del que la Iglesia es mediador, como “única solución” a la difícil crisis que atraviesa Nicaragua.
El Ejército es un actor clave en la estabilidad del régimen de Ortega. Hasta ahora se especulaba en el país sobre la posición que mantendrían los militares frente a las manifestaciones que exigen el fin del régimen del exguerrillero sandinista, que en enero cumplió 11 años en el poder y enfrenta una crisis que lo ha puesto contra las cuerdas.
Mientras tanto, en Masaya, el cura Román intentaba mantener el orden en el caos que vivía su parroquia tras la violencia del sábado, que se dio un día después de que los obispos emplazaran al presidente Ortega a “suprimir los cuerpos paramilitares y fuerzas de choque” y cesar de inmediato la represión como condiciones para sentarse en una mesa de negociación. “Al Gobierno ya no se lee cree nada”, dijo Román a EL PAÍS. “Ellos tienen un discurso que engaña”.
El presidente Ortega habló por teléfono en cadena de televisión la noche del sábado y en un corto mensaje dijo que “reiteraba el llamado y compromiso de ponerle fin a la muerte y destrucción. Que no se siga derramando sangre de hermanos. La paz es el camino y la única puerta a la convivencia, la tranquilidad y seguridad de todos”. En su escueto mensaje, el mandatario no aclaró si ordenaba el fin de la represión.
La mañana del domingo Masaya parecía una ciudad en guerra. Había barricadas en sus barrios, comercios saqueados, edificios incendiados y una calma tensa. A pesar de la violencia, este domingo surgió la solidaridad que ha caracterizado a los nicaragüenses en este mes de inéditas manifestaciones: una caravana de vehículos viajó desde Managua para apoyar y dar ayuda a los vecinos de la ciudad que vivió 24 horas de acoso de las huestes del presidente Ortega.
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