Opinión
Ni con Dios ni con el diablo: el juego sucio político de los mercaderes dominicanos en Nueva York
La comunidad dominicana en Nueva York, una de las más influyentes dentro del electorado latino, vive un momento de profunda contradicción política. Muchos de sus dirigentes y activistas se mueven con una peligrosa ambigüedad, queriendo estar “con Dios y con el diablo” al mismo tiempo. Este doble juego —apoyar a todos los bandos según convenga— no solo erosiona la credibilidad colectiva, sino que amenaza con restarle peso político y real a una comunidad que podría ser decisiva en las urnas y que juega con navaja hoy.
Por Bolívar BalcacerEl resultado es predecible: una comunidad dividida, confundida, usada. Mientras los verdaderos poderes negocian el futuro de la ciudad, los dominicanos seguimos peleando por migajas, por selfies y promesas vacías. Y todo porque nos falta conciencia, Este comportamiento, más parecido a un apandillamiento político que a una acción cívica madura, es un reflejo de un mal mayor: la falta de principios firmes. Sin ideología, sin coherencia, sin compromiso, la política se reduce a un mercado de favores y traiciones. El resultado es una comunidad dividida, débil y manipulable, que pierde respeto ante los ojos de los verdaderos centros de poder.
El Señor fue claro: “Ni fríos ni calientes, porque a los tibios los vomitó”. Y eso es lo que está pasando: una comunidad que se diluye en su propia indecisión. Si no jugamos bien la carta este 4 de Noviembre, lo perderemos todo —respeto, influencia y futuro— por culpa de una dirigencia que solo ve la cartera, no la problemática real de su gente. Solo piensen que los judios son los dueños de la mayoria de esos edificios que hoy ustedes habitan y que la casa Blanca controla lo federal entiendan bien, LA PLATA y a quien nos están vendiendo como bueno siendo malo, es enemigo de los dos puntos señalados, esta es su tarea de conciencia salvo que quieran seguir de masoquista del «cretino» del congreso que no nos representa.
Ya es hora de dejar de ser alcancías con bandera. Dejar de ser eco de otros y convertirnos en voz propia. Porque quien vende su dignidad por un plato de lentejas políticas, termina sin plato, sin lentejas y, peor aún, sin dignidad, y como CHACUMBELE.




