Arte, Ciencia y Literatura
Los orígenes africanos de la humanidad
Los primeros humanos modernos comenzaron a salir de África hace unos 70 000 - 100 000 años. Los seres humanos son la única especie conocida que ha podido adaptarse, poblar y alterar significativamente una amplia variedad de regiones en todo el mundo, dando lugar a profundos impactos históricos y ambientales
El origen africano de nuestra especie, Homo sapiens, es incontestable. Así lo atestigua el registro fósil y la variabilidad genética de las poblaciones humanas actuales. En África se encuentran también algunos de nuestros parientes vivos más cercanos en el mundo animal: grandes simios como chimpancés, bonobos y gorilas, de los que el linaje humano se separó hace más de seis millones de años. También se han localizado exclusivamente en el continente africano todos los fósiles de homininos que vivieron hace entre seis y dos millones de años.
Se considera que los primeros Homo sapiens aparecieron en África hace aproximadamente unos 300.000 años, probablemente como resultado de la evolución de poblaciones de homininos arcaicos preexistentes. Estos últimos, a su vez, evolucionaron a partir de la especie humana que ha vivido durante más tiempo en nuestro planeta: Homo erectus u Homo ergaster, si nos referimos a su forma africana originaria.
H. erectus/ergaster apareció en África hace 2 millones de años y fue la primera especie humana en explorar el mundo más allá de los confines de este continente. Habitó en Europa y Asia, e incluso llegó hasta la isla de Java, donde vivió durante casi un millón y medio de años y donde, hace 110.000 años, desapareció su última población conocida.
En tiempos pretéritos, nuestro mundo albergó a distintas especies de homininos que coexistieron en el tiempo, tanto en África como en Eurasia. Hasta hace 40.000 años, por ejemplo, grupos de humanos arcaicos como los neandertales y los denisovanos cohabitaron con nuestros ancestros sapiens e incluso se cruzaron y tuvieron descendencia.
A partir de los fósiles de algunos de estos humanos arcaicos, se han podido leer sus genomas para establecer relaciones de parentesco y determinar cuándo se separaron unos de otros. Así, se ha determinado que la separación de los linajes de neandertales y humanos modernos se produjo hace más de 500.000 años; posiblemente hace entre 765.000 y 550.000 años. También que los denisovanos se separaron un poco más tarde del linaje neandertal.
No obstante, todavía no se sabe a ciencia cierta cuál fue el último antepasado común de neandertales y sapiens y, por ende, qué hominino dio origen a nuestra especie. Durante tiempo se pensó en Homo heidebergensis, que apareció en África en el Pleistoceno medio, hace 600.000 años. Otra posibilidad sería Homo antecessor, identificado en los yacimientos de la Gran Dolina y la Sima del Elefante en Atapuerca, con fósiles que van de hace 1,25 millones de años a 800.000 años.
¿Heidelbergensis o antecessor?
Homo heidelbergensis se originó en África, se extendió por Europa y desapareció hace 300.000 años. En la Sima de los Huesos, en Atapuerca, se identificaron los restos de unos 30 individuos de esta especie, que permiten calcular que medían entre 1,70 y 1,80 metros de altura. Presentan una mezcla de rasgos arcaicos y modernos y una capacidad craneal de entre 1.100 y 1.300 centímetros cúbicos (que se aproxima a la nuestra). A menudo H. heidelbergensis se agrupa con otros fósiles africanos del Pleistoceno medio de la especie Homo rhodesiensis, como Kabwe 1 o Bodo, principalmente por la similitud en la morfología del cráneo.
Podría ser que en Eurasia H. heidelbergensis/rhodesiensis hubiera dado lugar a neandertales y denisovanos, mientras que las formas africanas evolucionaran hacia el hombre moderno. Sin embargo, los análisis de ADN antiguo de restos atribuidos a H. heidelbergensis, procedentes de la Sima de los Huesos en Atapuerca, de aproximadamente 430.000 años de antigüedad, lo sitúan en el linaje neandertal. Y es por ello que otros autores sostienen que un hominino más antiguo debería ser el ancestro común de sapiens y neandertales, e incluso proponen a rhodesiensis como candidato.
En cuanto a H. antecessor, tanto su antigüedad como la presencia de unos rasgos faciales ‘modernos’, por primera vez en el registro fósil, lo convierten en un candidato plausible. Podría ser un ancestro del linaje H. heidelbergensis–neandertales y por ello encontrarse cerca del último antepasado común (UAC) de humanos modernos y neandertales. Sin embargo, no existen pruebas inequívocas de su presencia en África, aunque algunos fósiles africanos de este período se han relacionado con H. antecessor. En resumen, H. antecessor podría tratarse tanto de un linaje paralelo sin continuidad, o bien ser el UAC, pero entonces este tendría un origen europeo.
Fuera de África
A finales de los ochenta, se propuso la hipótesis de la emigración africana (‘Out of Africa’ en inglés). Según esta hipótesis todas las poblaciones humanas actuales proceden de un único grupo de H. sapiens que surgió en África hace unos 50.000 años y que terminaría reemplazando completamente a las poblaciones humanas arcaicas existentes en el resto del mundo. Así lo mostraban, en aquel entonces, las herramientas y fósiles de H. sapiens localizadas en Europa, Asia y Australia, con dataciones todas posteriores a 50.000 años. También los primeros estudios genéticos comparando pequeños segmentos del ADN de las poblaciones humanas actuales (como el ADN mitocondrial y el cromosoma Y) apoyaban la idea de una única salida reciente de África.
Entonces, si el origen de H. sapiens se remonta a hace 300.000 años, ¿cómo es posible que no se hubiera dispersado antes por el mundo? En este sentido, en las últimas décadas se han ido acumulando evidencias que apuntan a la existencia de migraciones previas, anteriores a 100.000 años.
Entre ellas, los restos de H. sapiens identificados en los yacimientos de Qafzeh y Skhul, en Israel, de 90.000 y 120.000 años de antigüedad, respectivamente, con una mezcla de rasgos arcaicos y modernos. Y el maxilar de anatomía indiscutiblemente moderna (atribuido a H. sapiens), de 194–177.000 años de antigüedad, localizado en la cueva de Misliya, también en Israel, que situaría la primera salida de África 70.000 años antes de lo sugerido por los restos de Qafzeh/Skhul.
Basándose en los fósiles y la genética, se consideraba que las primeras salidas de África fueron fallidas y no llegaron más allá de Oriente Próximo. Sin embargo, en 2015, se encontraron 47 dientes de H. sapiens de 120.000–80.000 años en la cueva de Fuyan, en Daoxian, en el sur de China. Y, por otro lado, los estudios genéticos también han identificado que los actuales habitantes de Papúa Nueva Guinea contienen en su genoma el rastro de una posible migración africana de hace 120.000 años.
Incluso podría haber existido una incursión de sapiens arcaicos hace 270.000 años hacia Europa, donde se habrían cruzado con neandertales. Esto explicaría por qué un pequeño segmento de ADN de estos últimos (su ADN mitocondrial) es más parecido al nuestro que al de los denisovanos (su grupo hermano).
Por otro lado, estudios genéticos en profundidad realizados en los últimos años han confirmado la hipótesis de la migración reciente de H. sapiens desde África. En 2016, tres equipos secuenciaron los genomas de 787 personas de distintas poblaciones de todo el mundo –algunas de ellas no analizadas hasta entonces– y llegaron a la conclusión de que todos los humanos actuales no africanos –ya sean europeos, asiáticos o aborígenes australianos– descienden de una única población que salió de África hace entre 80.000 y 50.000 años.
A partir de esta migración reciente, los humanos modernos poblaron el resto de continentes. Llegaron hace unos 45.000 años a Europa, donde se observa una sustitución de la cultura musteriense (neandertal) por la auriñaciense (sapiens), colonizaron el sudeste asiático, Australia, y el este de Asia. Más tarde se produjo el poblamiento de América –posiblemente hace unos 35–15.000 años– y, finalmente, en tiempos más recientes, el de Oceanía, hace tan solo 4.000–1.000 años.
Existen distintas hipótesis o modelos que intentan explicar la evolución del linaje sapiens. Podría haberse tratado de un proceso de evolución gradual en el tiempo desde formas arcaicas, o bien un cambio rápido, por ejemplo, mediante lo que se denomina un cuello de botella. La reducción drástica del tamaño de una población después de una crisis ambiental (por escasez de alimento o de una epidemia), y su posterior recuperación, pueden actuar como motor de cambio evolutivo. En estos casos, se reduce la diversidad genética, dando lugar a una población distinta de la inicial.
También se ha sugerido que nuestra especie no surgió a partir de una única población de humanos arcaicos, y en un único lugar de África, sino que evolucionó a partir de la mezcla de distintas poblaciones arcaicas africanas. A lo largo del Pleistoceno medio, el clima de África se fue modificando y la extensión cambiante del desierto y de las selvas tropicales pudo producir el sucesivo aislamiento genético y reencuentro de los grupos humanos del continente. Esta idea estaría respaldada por el hecho de que el registro fósil de los H. sapiens tempranos muestra una variabilidad de formas considerable, y en él no se observa una clara progresión de formas arcaicas a formas modernas.
Finalmente, la gran diversidad genética de las poblaciones africanas actuales, en comparación con las del resto del mundo, indica que los linajes de algunas de ellas poseen hondas raíces en el pasado. Por ejemplo, estudios genéticos recientes estiman que los ancestros de los Joisán, cazadores-recolectores del sur de África, se separaron del tronco común sapiens hace 350.000–260.000 años. Un resultado sorprendente que coincide con las dataciones de varios fósiles tempranos de H. sapiens.
Los primeros ‘sapiens’
En África, unos pocos yacimientos de la segunda mitad del Pleistoceno medio, de entre 350–130.000 años, han proporcionado fósiles con rasgos claramente sapiens, aunque estos fósiles muestran una gran diversidad morfológica.
Entre estos se encuentran los restos de Omo Kibish, en Etiopía, clasificados como H. sapiens anatómicamente moderno. La datación inicial del cráneo Omo I, de 197.000 años, ha sido revisada recientemente y se estima en unos 233.000 años, lo que lo convierte en el espécimen de H. sapiens más antiguo del este de África, anterior al hombre de Herto u H. sapiens idaltu de 160–155.000 años (‘idaltu’ significa anciano en lengua afar).
Esta nueva datación, acerca Omo I a los restos más antiguos de H. sapiens del continente: los fósiles de Djebel Irhoud, descubiertos en Marruecos en 2017, de 350–280.000 años de antigüedad, que tienen un rostro moderno pero un cráneo con rasgos arcaicos. Djebel Irhoud comparte características con el cráneo de Florisbad, identificado en Sudáfrica (de 259.000 años de antigüedad), que algunos autores asignan a H. heidelbergensis/rhodesiensis tardío y otros a formas tempranas de H. sapiens.
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