Opinión

Haití: refundación a largo plazo/ Oscar López Reyes

La inmensa mayoría de haitianos no acaba de desprenderse de la rebeldía que se remonta a la extensa e inédita revolución de esclavos contra los colonizadores franceses, encabezados por Napoleón Bonaparte

(y II)

Por Oscar López Reyes

 La adversidad/fatalidad de Haití se estampa como un récord/plusmarca en la historia latinoamericana, engendrada por el saqueo transnacional, la malversación de fondos de las élites internas, la inconsistencia y el nomadismo socio-político imparables -con más de 70 gobernantes en 220 años-, acelerado por el terremoto de 2010, la pandemia del Covid y el asesinato de Moise.

 Los infaustos, depauperados y deambulantes hijos de los vecinos del Occidente de la isla de Santo Domingo lloran por el sufrimiento en patios de países del continente, y sobre la República Dominicana este desastre pende como la peligrosa espada de Democles. La amenaza está a la vista de todos.

 Esos espasmos y convulsiones son la secuela de la codicia y la incomprensión en la incomprensibilidad. Tonifica como paradójico que el mayor período de permanencia de presidentes -casi 30 años- haya sido con métodos represivos y dictatoriales, a ritmo de los Tonton Macoutes de Francois Duvalier (Papa Doc, 1957-1971) y su hijo Jean Claude Duvalier (Baby Doc, 1971-1986), y el de los más controversiales y frustrantes, el del ex liberal sacerdote católico Jean Beltrán Aristide, su primer gobierno democrático que fue derrocado el 29 de febrero de 2004.

Francos Duvalier, (Papa Doc) y su hijo Jean Claude (Baby Doc).

 Una sola señal que parcialmente despeja esa contradicción: en 1986, tras el derrocamiento de Baby Doc, el cuerpo de Papa Doc fue sacado de la tumba por una multitud y apaleado ritualmente, cerca de la hundida cripta, en tanto que a Aristide cientos de personas lo recibieron con ovaciones en el 2021 a su regreso de Cuba, donde fue tratado por el Covid, y luego reclamado como presidente por miles de ciudadanos. Está alejado de la política.

 La inmensa mayoría de haitianos no acaba de desprenderse de la rebeldía que se remonta a la extensa e inédita revolución de esclavos contra los colonizadores franceses, encabezados por Napoleón Bonaparte. Las potencias de ayer y hoy, las élites políticas, económicas y militares -y ahora las pandillas, que totalizan unas 200- siguen empantanando la evolución primaveral de ese tercio de la isla. También se suma la desavenencia e intransigencia, que emanan más padecimientos a esas masas irredentas y dan pábulos a organismos internacionales y a su huidiza diáspora para irresponsablemente culpar a la República Dominicana de su propia tragedia.

Dessalines, primer presidente de Haití

 Después de que el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona tirara insistentes gritos en los más encumbrados salones diplomáticos para que auxilien a los cercanos habitantes del Oeste, las Naciones Unidas y la Comunidad del Caribe (Caricom) están auspiciando la formación de un Consejo Presidencial Provisional, a fin de llenar la vacante dejada por el primer ministro Ariel Henry, quien el 12 de marzo de 2024 anunció que dimitirá a su cargo, agobiado por la creciente presión generada por la violencia pandillesca y la agitación política. Este equipo trabajaría en la celebración de elecciones presidenciales libres y diáfanas.

El intervencionismo unilateral imperial ha sido harto dañino. Ahora, cuando una persona no puede valerse por sí, requiere socorro. Eso ocurre con Haití: las decisiones en estos momentos sólo pueden ser tomadas por la comunidad internacional y los 200 grupos armados, que han arrinconado a más de 200 organizaciones políticas, más de la mitad no certificada por el sistema electoral oficial, a los empresarios y a otras instancias de la sociedad.

 Pacificado Haití por tropas foráneas y puesta al vuelo la funcionalidad del Consejo Presidencial, se impone propulsar una novedosa y acentuada estructura estatal, con rango de revolución socio-educativa, que tenga como punto de arranque -conforme la propuesta de los más sesudos- la puesta en marcha de un fideicomiso internacional, regido por la ONU, la OEA y otros organismos internacionales.

Cuadro que representa soldados africanos en Saint Domingue (actual Haití) en guerra contra las tropas francesas de Napoleón. Estaban  comandados por Dessalines.

 En ese contexto, no sería ocioso efectuar un estudio multidisciplinario de amplio alcance, que aborde el superego desde una perspectiva biológica, genética, antropológica y socio-histórica, para extraer píldoras que despidan la intransigencia, la malquerencia y el odio ancestral contra su principal socorrista: la República Dominicana.

 La estabilización de Haití en lo inmediato, su recuperación en el mediano término y su refundación a más largo plazo, con un profundo y sostenido cambio de comportamiento individual, intergrupal y comunitario, sanitario y laboral, serán el rescate a Haití, que salva también a la República Dominicana. Ella apuesta por Haití. 

 Un altísimo porcentaje de los gobiernos de Haití han sido autocráticos y provisionales/interinos. En el 2024 se está instalando un Consejo Presidencial Profesional de nueve miembros, y desde esta tribuna periodística rogamos porque el charco de sangre y el proceso de desintegración ayude a deponer añejas actitudes y a cohesionar a sus integrantes para echar a rodar por el suelo el dicho del general golpista Joseph Raoul Cédras: “para poner de acuerdo en algo a tres haitianos, hay que matar a dos”.

 No pedimos un milagro. Reclamamos discernimiento, comprensión y desprendimiento de resentimientos, típicamente desgraciados.

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El autor es Directivo Sociedad Bibliófilos, miembro de número Instituto Duartiano y miembro colaborador Academia de Historia.

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