Opinión
El Caos Vial Dominicano: Crónica de la Imprudencia y el Desarraigo / Eddy Ezequiel Suero Castillo
No se trata solo de errores aislados, sino de una cultura arraigada de irrespeto que se manifiesta constantemente
Por Eddy Ezequiel Suero Castillo
El tránsito en la República Dominicana se ha convertido en una crónica diaria de la anarquía, donde la imprudencia de los choferes y la falta de cortesía han erosionado la convivencia ciudadana. No se trata solo de errores aislados, sino de una cultura arraigada de irrespeto que se manifiesta constantemente: las señales de tránsito se interpretan como meras sugerencias, el carril contrario se asume como una extensión de la propia vía, y la preferencia del otro conductor es sistemáticamente ignorada, esta actitud egocéntrica del conductor, que prioriza su rapidez momentánea sobre la seguridad colectiva, tiene un costo social y económico elevadísimo, pero, sobre todo, refleja una falla fundamental en la educación vial y el civismo dentro de la sociedad.
Uno de los ejemplos más irritantes de esta indisciplina es el síndrome del doble y triple carril. En situaciones de congestión o en vías que claramente son de un solo carril, la impaciencia se traduce en la creación artificial y temeraria de carriles adicionales, la incapacidad de esperar o guardar la fila no solo evidencia una terrible imprudencia, sino un profundo irrespeto hacia el orden y el tiempo de los demás ciudadanos. Esta práctica colapsa aún más las vías, obstaculiza la circulación de los servicios de emergencia y genera un círculo vicioso de frustración y agresividad al volante, transformando el espacio público vial en un campo de batalla donde la ley del más fuerte (o el más audaz) es la única que prevalece.
La profundidad de este problema trasciende la mala costumbre; se arraiga en la laxitud de la aplicación de la ley y la debilidad del sistema de consecuencias. Aunque el país cuenta con normativas de tránsito, la percepción de impunidad es alta, el ciudadano imprudente rara vez enfrenta una sanción inmediata, rigurosa y uniforme que actúe como verdadero disuasivo. Esta falta de firmeza institucional no solo convalida la conducta errónea, sino que perpetúa la creencia de que las normas viales son opcionales y negociables, cualquier solución efectiva debe partir de la premisa de que el caos vial es un problema de orden público y de cultura ciudadana, que requiere una intervención estatal enérgica y constante.
Finalmente como solución este mal requiere un doble enfoque: educación rigurosa y cero tolerancia en la aplicación. En primer lugar, es urgente integrar la Educación Cívica y Vial como materia obligatoria y evaluable desde la escuela primaria hasta el nivel superior, enfatizando el respeto al espacio público y las normas de convivencia. En segundo lugar, y de manera inmediata, se debe implementar un sistema de vigilancia y sanción inquebrantable. La Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) debe modernizar su capacidad tecnológica para documentar y multar las infracciones de manera automática (uso de cámaras y drones) e implementar un sistema donde el cobro de la multa sea una condición ineludible para cualquier trámite vehicular o licencia. Solo cuando la imprudencia tenga una consecuencia económica y administrativa cierta e inmediata, se logrará el necesario cambio de conducta en las calles dominicana.
El autor es abogado





Excelente artículo, sólo de la manera planteada se podría mejorar, el mayor de los problemas es la falta de régimen de consecuencias y la pésima educación de los conductores unida a su falta de conciencia, todo le da lo mismo sabiendo que lo están haciendo mal.