Opinión
Ideas en movimiento o fragmentos de mi pensar (y 10)/ Miguel Collado
Por Miguel Collado
Al humanista Pedro Henríquez Ureña
in memoriam
72. EL HOMBRE Y LA NATURALEZA REBELADA
Qué sensación más extraña me embarga cada vez que pienso en la incapacidad del hombre de cambiar, por ejemplo, el curso de un huracán y evitar que ese viento impetuoso y temible cause daños a personas y a bienes materiales en los pueblos arrasados por los vientos y anegados por las lluvias, dando lugar al llamado desastre natural, que es como decir «La Naturaleza es la culpable», lo cual es injusto, pero es un modo del hombre no admitir su evidente impotencia humana ante los designios de Dios. Otro ejemplo: tampoco es capaz el hombre de predecir con exactitud cuándo y dónde ocurrirá un terremoto y mucho menos de predecir cuál será su intensidad. Auxiliado por las estadísticas —para ello registra fechas y lugares en los que históricamente han ocurrido movimientos telúricos—, solo sabe pronosticar, ¡nunca con certeza!, sobre posibles futuras ocurrencias de terremotos que únicamente la Naturaleza domina, aunque, en su olímpica arrogancia, el hombre no admite lo pequeño que es ante Ella. Ha desarrollado el hombre una enorme capacidad para destruir y maltratar la Naturaleza, para hacerse daño a sí mismo, pero no es capaz de evitar las terribles y desastrosas consecuencias provocadas por las reacciones de esa su Madre Natura rebelada. Los ciclones, los maremotos, los terremotos, los tsunamis, los deslizamientos de tierra y los tornados, considerados fenómenos o eventos naturales, son parte del terrorífico lenguaje de esa Naturaleza hastiada por la actitud irracional del hombre y su ciencia. ¿Y qué decir de las consecuencias del calentamiento global (causado por el hombre) y su incontrolable aumento de concentración de los gases que producen el efecto invernadero? Cabe aquí esta pregunta: ¿acaso nos está hablando la Naturaleza desde el diluvio universal? Sí, pienso que sí. Esa Naturaleza le está hablando al hombre que, en su insensatez, destruye lo que garantiza su existencia en su propio hogar, el planeta Tierra, el quinto mayor de los ocho planetas del sistema solar. Contra esa Naturaleza a la que debería amar y no odiar del modo en que lo ha venido demostrando —cavando en su interior millas y kilómetros para enterrar ojivas nucleares— actúa salvajemente o quizá más fieramente que las mismas fieras de la más profunda selva terrestre. ¡Cuánta estupidez humana! ¡Qué absurdo todo eso! ¡No creo estar equivocado! ¡Es cierto! El hombre, a través de los siglos, ha venido demostrando ser —a pesar de haberse considerado a sí mismo un animal racional— mucho más animal que los animales salvajes, no poseedores aparentemente del don de razonar: es inferior a ellos en sabiduría… a veces pienso. Avanza material y tecnológicamente a pasos sorprendentes, pero de igual modo retrocede en los planos espiritual, ético y moral. Se aleja de la sabiduría, se deshumaniza de preocupante manera. ¿Acaso el hombre escuchará algún día la voz de esa Naturaleza rebelada?
73. EL MUNDO DE HOY VIVE BAJO EL IMPERIO DE LOS ANTIVALORES
En estos tiempos que corren, —en los que el deterioro de las virtudes se ha convertido en motivo de honda preocupación en el mundo entero: tanto en el hemisferio oriental como en el occidental— el tema de los valores humanos está presente en los discursos de los líderes comunitarios, de los líderes religiosos y políticos, de los profesionales de todas las disciplinas, de los trabajadores sociales y de los comunicadores. El advenimiento de un nuevo siglo trajo consigo el agravamiento de esa crisis en los valores humanos, reflejada en el comportamiento ético-moral de la gente: vivimos bajo el imperio de los antivalores. Se ha ido perdiendo la visión de lo que es correcto y de lo que no lo es. Y todo ello viene acompañado con un cada vez mayor deterioro de la educación, que está llamada a jugar un rol de primer orden en la formación en valores de los integrantes de cualquiera sociedad que aspire a ser civilizada. Es la práctica de esos valores lo que distancia a los seres humanos de la animalidad; la que los hace verdaderamente humanos: el respeto, la responsabilidad, el amor, la solidaridad, la bondad, la honestidad, la compasión, el altruismo, la humildad, la serenidad, la alegría, la paciencia, la dulzura, la paz, la valentía, la verdad, el perdón, la justicia y la gratitud, por ejemplo. Si enfrentamos los valores positivos con sus opuestos —como un
sencillo ejercicio reflexivo entre valores y antivalores— entonces podríamos concluir diciendo que: a) puede más el AMOR que el ODIO y el PERDÓN más que la VENGANZA; b) la BONDAD puede más que la MALDAD y el ALTRUISMO más que el EGOÍSMO; c) puede más la HUMILDAD que la VANIDAD y la SERENIDAD más que la OPULENCIA; d) más que con la DUREZA de carácter con la DULZURA se logra mucho más; e) es más feliz el hombre en la PAZ que en época de GUERRA; f) puede más la ALEGRÍA que la TRISTEZA y el SILENCIO es más sano que el RUIDO; g) puede más la PACIENCIA que la INTOLERANCIA y es mejor atesorar la VALENTÍA que la COBARDÍA; h) deja mejores frutos el asumir la RESPONSABILIDAD que el practicar la IRRESPONSABILIDAD; i) la HONESTIDAD atrae miradas de admiración, la DESHONESTIDAD miradas de rechazo y puertas que se cierran; j) el RESPETO contribuye más a la sana convivencia que el IRRESPETO; k) y mayor que el poder de la MENTIRA es el poder de la VERDAD. En síntesis, es triste el drama humano de hoy, caracterizado por la mentira, el irrespeto, la injusticia, la violencia, la maldad, el ruido, la irresponsabilidad, la insensibilidad y el odio. Tenebroso alcanzamos a ver el destino del hombre, ya anunciado hace siglos en el Apocalipsis bíblico. Se le acorta el tiempo a la humanidad para revertir todo eso: ¡es su decisión!
74. LA POESÍA Y EL AMOR
La poesía es el modo de decir las cosas de tal manera que nos parezca que nunca antes habían sido dichas. Incluso las que ya han sido dichas. Por eso tiene su propio lenguaje, diferente al de la narrativa o el ensayo, aunque estos dos géneros literarios se alimentan de ella. Sólo los poetas tienen el privilegio de conocer los misterios más profundos de las palabras; solo ellos conocen su poder para hurgar en las interioridades más recónditas del ser humano. Quizá porque tenía consciencia de ello el humanista dominicano Marcio Veloz Maggiolo me hizo la siguiente confesión: Collado, ser poeta es un don de Dios. Eso me dijo en una conversación que sostuvimos, en 1992, en Casa de Teatro, en la zona colonial de la Primada Ciudad de América. No dudo al afirmar que la poesía es el género literario más singular de todos los géneros literarios tradicionales. En este sentido pienso que cuentista puede ser cualquiera, pero poeta no. ¿No es caso la poesía el género idóneo para expresar el amor? ¡La poesía amatoria! Ahora bien, ¿es romántica toda poesía amatoria que tenga el amor como referente central? ¡No necesariamente! El amor como eje temático ha estado presente ―como inevitable y travieso duende― en la poesía producida dentro de las más variadas tendencias vanguardistas de la literatura universal posteriores al llamado movimiento del Romanticismo ―en boga en Europa entre los siglos XVII y XIX―, pero su tratamiento, el modo en que los creadores lo han abordado a través de la historia, ha recibido el influjo de las circunstancias propias de cada época, especialmente de los cambios en la valoración y visiones estéticas sobre el arte en sentido general y sobre la literatura específicamente. Aunque evidentemente, como algo consustancial al espíritu humano, la poesía amatoria posterior a ese movimiento literario está atravesada por ciertos rasgos característicos de esa poesía producida durante el Romanticismo. Es lo que le da fundamento a lo sugerido por el inmortal nicaragüense Rubén Darío: ¿Quién que Es, no es romántico?
75. EL VALOR DE LOS RECUERDOS
Los recuerdos nos asaltan, nos visitan y se van. A veces los buscamos en lo profundo de nuestra memoria y no aparecen: se diluyen con el tiempo. Son como fantasmas devorados por el olvido. Sí, el olvido es el irreconciliable enemigo de los recuerdos; la amenaza constante de la memoria humana. Los recuerdos nos permiten tejer la historia personal o familiar, reconstruir escenas esenciales que pueden darle sentido a lo que hemos sido o ayudarnos a encontrar la explicación de la nostalgia que a veces nos asalta, sumergiéndonos o en una sutil melancolía o en una vivificante alegría que nos hace sentir el deseo de volver hacia atrás, de retornar a ese pasado que solo es posible recuperar en nuestra memoria. ¿Acaso por ese indestructible vínculo de los recuerdos con nuestra vida pasada en el plano emocional-afectivo es que se suele decir que recordar es vivir? Los recuerdos tienen, incluso, su olor particular. Son valiosos depósitos de nuestras experiencias más remotas: desde ese estado de oscura presencia en el vientre de nuestra madre, pasando por ese grandioso momento en que por primera vez sentimos los besos luminosos de un mundo exterior, hasta ese primer instante en que nos estrenamos en el amor, luego de las vivencias infantiles bajo la vigilancia memorable de quienes nos han procreado. Los recuerdos nos ayudan a mantenernos conscientes de lo que somos, de nuestra identidad. Sin ellos no es posible explicar y entender pasajes de nuestra vida pasada que fueron
determinantes en la conformación del ser que hoy somos. Dolorosos o no, agradables o no, dulces o amargos, ellos nos sirven de brújula orientadora para no perdernos olvidando lo que somos, lo que fuimos. Cuando los perdemos, ya dejamos de ser: es como caer en el vacío más total, en la nada.
76. ALEJARSE DE LOS MENTIROSOS ES SER PRECAVIDO
Ocultar, mentir, engañar, falsear y traicionar. ¿Qué nos ha enseñado la vida respecto a esos peligrosos conceptos? Que quien oculta, miente; que quien miente, engaña; que quien engaña falsea o calumnia; y que quien oculta, miente, engaña y calumnia termina traicionando. Ya lo ha dejado sugerido el novelista español Mateo Alemán en la siguiente frase: «Quien quiere mentir, engaña y el que quiere engañar, miente». Esto sucede cuando el mentiroso, por ejemplo, desvirtúa una verdad con el fin de confundir y hacer valer su verdad, que no es más que su mentira. Y quien traiciona ni es amigo ni es aliado: es un enemigo. No hay que ignorar que mentir es común y que cada vez es más común, porque a diario crece el número de mentirosos, contrario a lo que acontece con los honestos, que cada vez son menos. La honestidad es una virtud o valor moral en vía de extinción. ¿Qué decir de la personalidad de los mentirosos? Generalmente son mitómanos: sienten un enfermizo placer al mentir. La mentira es su alimento emocional, al extremo de que termina asimilando su mentira como si fuera una verdad absoluta a defender sin importar a quién haya perjudicado al mentir. Persiste en sostenerla y defenderla. Luego de lo dicho ya ¿es necesario decir que los mentirosos son muy peligrosos? ¡Sí, lo son! Porque crean caos: disfrutan de los conflictos que provocan con sus mentiras y son indolentes ante el sufrimiento causado por sus mentiras. Hay que temerles a los mentirosos como Drácula le teme a la cruz. Es por eso que alejarse de ellos es ser precavido.
¡Fin de la primera parte de la serie.
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