Opinión

Eugenio María de Hostos, Ciudadano Eminente de América (6)/ Miguel Collado

Por Miguel Collado

FUE HOSTOS QUIEN RECOMENDó DESIGNARAN EL INSTITUTO DE SEñORITAS CON EL NOMBRE DE SALOMé UREñA

Es el prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos quien, en 1897, propone a los dominicanos la designación del Instituto de Señoritas con el nombre de Salomé Ureña al recibir, en Santiago de Chile, la infausta noticia de la muerte de Salomé Ureña de Henríquez.

En esa carta de pésame enviada a la familia Henríquez Ureña, vía su entrañable amigo Federico Henríquez y Carvajal, Hostos lamenta así la muerte de Salomé:

«¡Hay que llorarla! Son muchos los que estaban interesados en su vida: la patria, que no tuvo corazón más devoto; su discipulado, que no tuvo mejor luz; la mujer quisqueyana, que no ha tenido reformadora más concienzuda de la educación de la mujer; su familia, que no tenía mejor ambiente que el de aquellas virtudes morales i sociales tan sencillas; sus coetáneos, que no pudieron tener centro mejor en donde confluyeran tantas admiraciones motivadas, como en aquel cuerpo débil i alma fuerte, que era a la vez sacerdotisa en el aula, una pitonisa en el arte, un mentor en el hogar».

Y más adelante propone: «El primer homenaje, para la educadora: una suscripción nacional para un Instituto Salomé Ureña; el segundo homenaje, la publicación de todas sus poesías; el tercer homenaje, una patria como la que soñaba ella».

Dicha carta está fechada en la capital chilena el 30 de mayo de 1897, es decir, dos meses y 24 días después de la partida definitiva de la ejemplar educadora. Fue publicada el 16 de agosto de 1897 en el número 127 de la revista Letras y Ciencias (pág. 120), de circulación quincenal y editada en la ciudad de Santo Domingo por los hermanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal.

Salomé había fundado el Instituto de Señoritas el 3 de noviembre de 1881, en la calle Isabel la Católica No. 84 de la ciudad de Santo Domingo (en su propio hogar), bajo el estímulo de su esposo, el intelectual y patriota Francisco Henríquez y Carvajal, y bajo la influencia de las ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos.

A partir del 1ro. de septiembre de 1897 —casi a seis meses de la muerte de Salomé y convirtiéndose en realidad el deseo del padre de la educación moderna en República Dominicana— dicho instituto pasó a llamarse Instituto de señoritas Salomé Ureña. Todavía se mantiene abierto en la calle Padre Billini No. 304 de la citada ciudad, enseñando —como en sus inicios— solo a jovencitas.

FUE HOSTOS QUIEN INTRODUJO EL CANTO EN LAS ESCUELAS DOMINICANAS

Es Eugenio María de Hostos quien —en 1902, siendo Superintendente General de Enseñanza durante el gobierno de Juan Isidro Jimenes (1899-1902)—, introduce el canto en las escuelas dominicanas por considerar que la música podía ser un elemento a favor de la formación espiritual y moral de los niños y jóvenes. Él considerada que «el arte es el cultivo de la sensibilidad humana» y que «La música es voz del sentimiento, lenguaje de la sensibilidad inexpresable, palabra de lo inefable, grito, clamor, exclamación, queja, suspiro de todos los afectos».

Es de esa corriente de pensamiento hostosiano que surge el compositor José de Jesús (Chuchú) Ravelo (1876-1951), quien a partir de 1900, a la llegada de Hostos a Santo Domingo, se dedicó a enseñar canto en la Escuela Normal fundada y dirigida en 1880 por el Gran Maestro puertorriqueño. Ravelo fue un gran colaborador del poeta Ramón Emilio Jiménez (1886-1970) en la musicalización de los textos poéticos contenidos en la obra La Patria en la canción, publicada por Jiménez en 1933. El poeta santiaguero se graduó de bachiller en Letras y Ciencias en la Escuela Normal de Santiago, fundada por Hostos en 1881.

Producto de ese trabajo en equipo de Ravelo y Jiménez —de combinación perfecta de la música y la poesía— es el «Himno a Hostos», cuyos versos son los siguientes:

«Apóstol de una causa,

prócer de un ideal,

fundaste en la República

la Escuela Racional.

 

Por la escuela viviste;

fue ‘civilización

o muerte’ tu divisa,

y fue tu religión.

 

Y por ella sufriste;

el deber de enseñar

de tu verbo hizo culto,

y de tu vida altar.

 

Por el bien de la Patria

y el de la Humanidad

te coronó la diosa

de la inmortalidad.

 

Y al ser la encarnación

de un máximo ideal,

la escuela será siempre

tu propio pedestal».

En nuestra obra Una bibliohemerografía hostosiana de autores dominicanos (1876-2003) aparece el «Himno a Hostos» con su partitura musical. En el mes de agosto de 2011 la comunidad hostosiana de Santiago de los Caballeros, con ocasión de conmemorarse el 108 aniversario del fallecimiento de Eugenio María de Hostos, disfrutó de la brillante interpretación de ese emotivo himno en las voces bien armonizadas de «El Orfeón de Santiago», considerada la principal agrupación coral de la Región del Cibao, fundada en 1962 y siempre bajo la magistral dirección del Padre César Hilario. Dentro de ese programa-homenaje, por invitación que nos hiciera la Alcaldía de ciudad y en nuestra condición de Vicepresidente-fundador de la Liga Hostosiana-Capítulo Central, dictamos una conferencia sobre el apóstol antillano.

Es importante consignar que todo el auge adquirido por el canto escolar en los años 30 ―cuando todavía no era tan intensa la oposición de la iglesia católica al pensamiento hostosiano en el sistema

educativo nacional― fue consecuencia de esa iniciativa del Gran Maestro puertorriqueño-dominicano. Pero el auge fue mayor luego de la caída del régimen trujillista, especialmente en las décadas del 60 y del 70 del siglo XX. En 1975 el gobierno presidido por Joaquín Balaguer ―paradójicamente― emitió el Decreto No. 1141-75 declarando el mes de octubre «Mes de la canción escolar» y al año siguiente la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (SEEBAC), mediante la Resolución No. 8-76, creó el Departamento de Educación Musical Integral (DEMI), cuyo objetivo principal es el propiciar la formación musical y el canto coral en las escuelas dominicanas.

Cabe decir, al concluir esta sexta entrega se la serie de artículos en torno al Ciudadano Eminente de América, que son innumerables y trascendentes las huellas dejadas en la historia de la educación y la cultura dominicanas por Eugenio María de Hostos, verdadero padre de la educación moderna en la República Dominicana.

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