Opinión

La primera vez que vi a Orlando Martínez / Cassandro Fortuna

Para entonces yo era un adolescente y Orlando fue a conversar con mi tío, que era su cuñado

Por Cassandro Fortuna

Orlando Martínez era hermano de Bélgica, esposa de mi tío Pillo Fortuna. La primera y última vez que lo vi fue en la casa de mi tía, Daisy Fortuna, abogada, hermana de mi padre, en la calle Estrelleta casi esquina Padre Billini, en ciudad Nueva, donde yo vivía.

Para entonces yo era un adolescente. Orlando llegó a dicha vivienda acompañado del doctor Anulfo Mateo. Para entonces Anulfo y yo no nos conocíamos personalmente, pero yo lo había visto en San Juan, aunque no sabía su nombre ni éramos amigos. No sé si para entonces se había graduado o era estudiante todavía.

Yo estaba en la galería de la casa cuando ellos salían de la misma. Luego supe que Orlando había ido allí con el objetivo de enviarle algo a su hermana que vivía en Passaic, New Jersey, con mi tio y sus hijos.

Cuando Orlando me pasó por el lado me quedé muy impresionado. Era un periodista de gran prestigio en la capital. Sus artículos eran de los más leídos. Tenía una enorme influencia en la opinión pública nacional.

Anulfo Mateo y él se fueron y yo me sentí feliz de haberlo conocido, aun fuera de vista, y de que un personaje de esa categoría fuese cuñado de mi tío.

Naturalmente, Orlando era un hombre sencillo. Eso se le notaba por encima de la ropa, como se dice.La gente de los pueblos que alcanza grandes éxitos mucha veces tiende a inclinarse por la vanidad y a sentirse superiores y mejores que los demás, especialmente de sus compueblanos. Ese, por supuesto, no era el caso de nuestro personaje. Un hombre pensante, un gran lector, un joven sensible. Un extraordinario ser humano, según el testimonio de sus amigos.

En fin, ese día que lo vi, y que fue de mucha alegría para mí, nunca imaginé que sería el primero y el último. En efecto, pocos días después lo asesinaron. Recuerdo que mi tía lloró mucho. Ella era balaguerista. Estaba indignada. La capital ardía de rabia por esa muerte.

Su cadáver lo estaban velando en la funeraria La Altagracia, en la avenida Bolívar. Para entonces esa era lo que es la Funeraria Blandino hoy. Fui a su velatorio. Allí había un mar de gente sin miedo, desafiando al régimen y a sus asesinos.

Allí vi a los legendarios periodistas Germán E. Ornes y Rafael Herrera. En verdad, lo más granado del periodismo capitalino estaba en aquel lugar. Todos consternados. Todos indignados.. El ambiente era de un gran pesar e impotencia. Solo en una dictadura podía pasar una cosa como esa: que se eliminaran las voces disidentes.

Luego pasó el tiempo y no hubo forma de que se castigara a los autores materiales e intelectuales de tan horrendo crimen.Debieron pasar más de 25  años para que los autores materiales fueren apresados. Los autores intelectuales  fueron protegidos entonces y hasta el día de hoy no han respondido por aquella acción aberrante a la conciencia de la humanidad.

El país perdió un gran hombre, su familia perdió un gran hijo, su natal municipio de Las Matas de Farfán y la provincia San Juan perdieron uno de sus miembros más ilustres. Todos perdimos, porque un grupo de crápulas políticas no resistieron escuchar algunas verdades crudas y lo eliminaron en un régimen que se sostenía sobre la base del terror, la corrupción y los fraudes.

Hoy recordamos con mucha pena a Orlando porque murió a los 31 años cuando se encontraba en la flor de la juventud.

Que su recuerdo sirva para hacernos mejores personas.

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El autor es periodista,abogado y escritor director de El Granero del Sur

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