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Trump entre Dios y el diablo ¿qué pasará, finalmente, con él?

Con el llamado impeachments  Donald Trump está expuesto a ser destituido de la presidencia de Estados Unidos

Que Dios “nos prevenga del deshonor”, rogó el capellán Barry Black en la apertura del tercer juicio político de la historia contra un presidente de Estados Unidos antes de que sus cien senadores prometieran al presidente del Tribunal Supremo, el juez John Roberts, ejercer “justicia imparcial”. “¡Atiendan, atiendan, todo el mundo tiene orden de permanecer en silencio, so pena de prisión!”, les advirtió el sargento de armas del Congreso.

La solemnidad del momento no pudo enmascarar el grave choque de fondo entre republicanos y demócratas no ya sobre los méritos del caso para destituir a Donald Trump sino sobre las reglas del proceso. Dicen los anglosajones que el diablo está en los detalles y los demócratas ven en las propuestas del líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, un intento de “ocultar” el juicio a la opinión pública y no indagar en los hechos.

También hace 20 años, cuando el Senado juzgó a Bill Clinton, la polarización era un signo distintivo de la política estadounidense, pero el clima general no se había deteriorado hasta el punto actual. La confianza mutua que entonces permitió a demócratas y republicanos pactar las reglas de aquel proceso brilla por su ausencia en el 2020.

“Lo que sirvió a Bill Clinton debería servir también al presidente Trump”, insistió McConnell en la apertura de la sesión evocando aquel acuerdo. Los demócratas le acusan de mentir. Si bien preveía, como con Clinton, 24 horas para que cada parte defienda sus argumentos, en 1999 ese tiempo se repartió en tres días en lugar de los dos días recogidos en la propuesta publicada anteanoche por McConnell. Teniendo en cuenta que las sesiones sólo comienzan a la una de la tarde, la astucia del líder republicano las habría alargado hasta la una de la madrugada si no hasta las dos o las tres, recesos incluidos, condenando el juicio “a la oscuridad de la noche”, se quejó el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer.

Supuestamente por quejas de algunos republicanos, McConnell modificó en el último minuto su propuesta, a mano, para ampliar a tres días el plazo de cada parte para defender sus posiciones. Después habrá 16 horas para hacer preguntas. Sólo entonces se votará la petición de los demócratas de llamar testigos y aceptar más pruebas. Si McConnell cumple sus propósitos y el Senado bloquea las demandas, el final del juicio llegaría a finales de mes o primeros de febrero, un proceso exprés comparado con el de Clinton, que duró cinco semanas.

“El presidente no ha hecho nada incorrecto”, sostuvo Pat Cipollone, jefe del servicio jurídico de la Casa Blanca, que acusó a los demócratas de manipular el contenido de su llamada al líder de Ucrania y pidió avanzar cuanto antes: “¡Acabemos con esta farsa y tengamos elecciones!”, proclamó. El congresista Adam Schiff, que ejerce de fiscal por la Cámara Baja, pidió el voto en contra: “Si el juicio no se percibe como justo, no se verá como imparcial”, avisó. Las enmiendas demócratas para poder llamar testigos y aceptar nuevas pruebas antes de comenzar las deliberaciones, para que se pueda valorar las posibles aportaciones, fueron rechazadas por el pleno. Aunque hay republicanos que comparten sus deseos, no cuestionan el orden del proceso.

EL PLAN DE MCCONNELL

Los republicanos diseñan un juicio rápido sin promesas sobre posibles testigos

Hoy tomarán la palabra los representantes de la Cámara Baja, que defenderán que Trump es “un peligro para la seguridad nacional” y debe ser apartado de la presidencia por haber abusado de su poder y bloqueado los intentos del Congreso por esclarecer los hechos. “La conducta del presidente es la pesadilla de los padres fundadores”, sostienen. Los abogados de Trump sostienen lo contrario, que el juicio es inválido porque los cargos no constituyen un delito criminal y no cumplen los requisitos fijados en la Constitución. Se sentaría “un peligrosos precedente”, alegan, si se acepta destituirlo por esos motivos.

Más allá de las discusiones sobre qué tenían realmente en mente los padres fundadores cuando definieron el impeachment , hay ejemplos de sobra sobre a qué conductas se ha aplicado en el pasado. El artículo dos de la Constitución no afecta sólo a los presidentes sino a altos cargos de todas las ramas del gobierno, incluido el poder judicial y la Cámara de Representantes lo ha activado en 20 ocasiones con 15 jueces, un ministro, un senador y tres presidentes, incluido Trump. De todos, sólo ocho fueron finalmente destituidos, si bien varios dimitieron antes de sufrir tan humillante final.

La jurista Hilary Hurd ha recopilado en el blog Lawfare los motivos de anteriores impeachments y el resultado es una “sórdida historia” salpicada por episodios de abuso del alcohol, corrupción y agresiones sexuales. En 1986 el juez Harry Claiborne fue impugnado y destituido por evasión fiscal. En el 2009, se aprobó el impeachment del juez Samuel Kent, de Texas, por agredir sexualmente a varias trabajadoras y mentir al respecto al FBI y el Departamento de Justicia. Otros, como el juez John Pickering en 1804, han sido cuestionados por su parcialidad.

El maldito parné está en el origen de no pocos impeachments . El secretario de Guerra, William Belknap, fue impugnado en 1876 por dar a dedo un cargo a cambio de que el agraciado le pagara el equivalente a medio millón de dólares anuales. Y al senador William Blount el presidente John Adams le pilló con las manos en la masa cuando intentaba convencer a las naciones cherokee y creek de que se involucraran en la guerra entre España e Inglaterra con el secreto fin de enriquecerse con la venta de unos terrenos.

Aunque la mayoría de los casos se refieren a graves abusos de poder o enriquecimiento personal, “no todos los cargos se aplican a conductas cuya maldad resuene años después”, apunta la jurista, que ha encontrado en las actas de acusación un lenguaje que hoy “resulta casi cómico”. A las acusaciones de parcialidad contra el juez Pickering se añadía que bebía en el banquillo. Y en 1876 los cargos contra el juez Mark Delahay incluían la blasfemia. El juez “apareció en el tribunal en un estado de intoxicación total producido por el uso gratuito e intempestivo de licores” e invocó “de manera profana e indecente el nombre del Ser Supremo”.

El acta de acusaciones del presidente Andrew Johnson de 1868 cita su “voz fuerte” y sus “arengas desmedidas, inflamatorias y escandalosas” en el Capitolio. Johnson estuvo a un voto de ser destituido por violar la ley sobre nombramientos, aunque luego esta fue declarada inconstitucional y su caso sigue siendo objeto de apasionados debates.

UN PROCESO CON HISTORIA

Quince jueces, un senador, un ministro y tres presidentes han sufrido ‘impeachments’

La variedad de los cargos hace buena, según Hurd, la provocadora afirmación de Gerard Ford en 1970 de que “una ofensa de impeachment es cualquier cosa que considere la mayoría de la Cámara de Representantes en un momento dado de la historia”. La palabra final la tiene siempre el Senado. El tiempo dirá en qué categoría de la historia acaban los cargos contra Trump por condicionar la ayuda militar a un país aliado, Ucrania, para obtener un beneficio político propio.

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