Opinión
Gracias, Taiwán/ Mario Rivadulla
Por: Mario Rivadulla
Hace algunos años, a preguntas de un periodista sobre las razones de un inesperado giro en la política exterior estadounidense, el entonces Secretario de Estado respondió “Los Estados Unidos tienen intereses permanentes y amigos coyunturales”. La frase viene a resumir todo un patrón de conducta en las relaciones internacionales de uso común por cualquier país y en cualquier tiempo, determinado por las razones de Estado en función de los intereses. Es una cruda y fría realidad que se repite a lo largo de la historia. Y es la misma que aplica para explicar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China, y el consiguiente, automático rompimiento con la República China (Taiwán), requisito exigido por aquella.
No ha sido una decisión inesperada. En realidad resultaba una crónica anunciada. Una acción gestada con años de anticipación y que venía dando pasos de avance lentos pero continuos, y ya en estas últimas semanas enviaba señales muy evidentes, culminadas por el largo viaje a China Continental del Canciller Miguel Vargas Maldonado y el Ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta. Una gira que obviamente no tenía por finalidad admirar la impresionante obra de ingeniería militar de la Gran Muralla, por más que de interés profesional para Vargas Maldonado, ni ninguna otra atracción turística del pujante gigante asiático abierto al capitalismo mientras mantiene el férreo control de un gobierno absolutista, sino formalizar una relación que se venía venir en el tiempo como decisión inexorable.
Han sido razones de Estado, políticas, comerciales y económicas, las que han determinado el final de las estrechas relaciones que por espacio de casi siete décadas mantuvieron la República Dominicana y la República China (Taiwán). Para esta representa la sensible pérdida de su más importante aliado en la región del Caribe, dentro de la estrategia de cerco diplomático a que está sometida por la China Continental, en el marco de su avasallante política de agresivo expansionismo, ahora en América Latina, en la propia retaguardia de los Estados Unidos, donde en los últimos años ha volcado más de 150 mil millones de dólares en financiamientos. Una estrategia que apunta a disputarle la hegemonía mundial en el plano económico, y que eventualmente en el futuro, pudiera serlo en el orden político y militar, ocupando el espacio de tenso equilibrio que dejó vacante el desplome de la Unión Soviética.
Ahora que esa relación ha llegado a su fin, sería injusto, sin embargo, no reconocer y agradecer las enormes muestras de amistad, solidaridad y continua y generosa cooperación de Taiwán con nuestro país. Incontables los proyectos promovidos, financiados y apoyados por su gobierno en las más diversas áreas que han contribuido de manera significativa al desarrollo de la República Dominicana y al mejoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo.
La huella indeleble de la solidaridad y cooperación de Taiwán quedará impresa en numerosos proyectos e instituciones. Desde el dedicado y valioso trabajo de investigación del doctor Hsieh, recién fallecido, en el campo de la producción arrocera descubriendo variedades cada vez mayor rendimiento y resistencia a las enfermedades, hasta los aportes hechos a favor del exitoso sistema 911; la siembra de bambú; el hospital de Azua; el respaldo a los CAID creados por el Despacho de la I Dama para brindar atención a menores en condición especial; el cultivo de peces y camarones; la cría de patos pekineses; los programas de investigación de vegetales y de frutales; el oportuno auxilio cuando la fiebre porcina africana redujo significativamente la población nacional de cerdos; las mil 500 becas de estudios superiores a jóvenes estudiantes en universidades de terceros países con avanzada tecnología; la donación de equipos hospitalarios, de ambulancias, de motores para la Policía; el apoyo a las MYPIMES y al Instituto Tecnológico de las Américas y tantas otras acciones de solidaridad que sería prolijo enumerar.
Ahora, reiteramos, que por razones de Estado y de fuerza mayor esa relación llega a su fin, y el cuerpo diplomático y las misiones taiwanesas tendrán necesariamente que abandonar el país, lo menos a que obliga la más elemental nobleza y sentido de gratitud es decirles: muchas gracias por tantas muestras de amistad. Lleven de nuestra parte los mejores deseos de paz y felicidad a su país y a su pueblo, que han sido ejemplo de superación, tenaz laboriosidad y continuo progreso.