Opinión

¡Ay, las vacas gordas!/ Rosario Espinal

Por: Rosario Espinal
Los gobiernos de este país, y la misma Sociedad, han vivido con frecuencia de espaldas a la realidad. Las autoridades políticas y económicas repiten que la República Dominicana es el país de mayor crecimiento en la región, o se encuentra entre los que más crece; y no es asunto de un año o varios, es de décadas y décadas.
Sorprende pues que haya tanta miseria, que tanta gente no reciba electricidad constante en su casa, que el agua escasee con frecuencia, que en muchos barrios y poblados la gente se abastezca con llavecitas colectivas o tanqueros, que los centros de salud de atención primaria no existan u ofrezcan precarios servicios, y que la educación no prepare bien los estudiantes.
La lista de problemas es larga, pero todo se encubre con que la economía dominicana exhibe una alta tasa de crecimiento; que es el milagro de la región, y hasta del mundo.
Este crecimiento económico de décadas se ha acompañado de un endeudamiento público (externo e interno). De ahí que, la economía dominicana, aunque no resuelve el problema del desempleo ni de la desigualdad, se ha hecho adicta a mucho crecimiento, mucho circulante y muchos préstamos.
La estabilidad política del país ha favorecido, paradójicamente, ese modelo económico. A los inversionistas internacionales, del campo financiero y no financiero, les encanta los países donde hay estabilidad política. Eso no quiere decir democracia; solo que el Gobierno se mantenga estable, con capacidad de controlar las presiones sociales, y con capacidad de tomar decisiones a favor de las inversiones.
Las compañías calificadoras de riesgo emiten sus evaluaciones determinando cuánto riesgo presenta un país para esos inversionistas. Pues bien, a la República Dominicana le ha ido bien con esas calificaciones; de ahí el flujo de inversiones extranjeras y las facilidades de préstamos.
Pero las vacas gordas no son eternas. Eventualmente llegan situaciones de decrecimiento económico, y en esos momentos, la economía no genera suficiente certeza para garantizar a los inversionistas y prestamistas una tasa de retorno segura.
Los países con previsión acumulan recursos cuando la economía crece (en la época de vacas gordas), para amortiguar los efectos negativos cuando el crecimiento disminuye (en la época de vacas flacas).
En la República Dominicana, en vez de actuar con previsión, el Gobierno se vanagloria del alto nivel de crecimiento, pero en vez de ser eficiente y ahorrar para los malos tiempos, se endeuda paralelamente. Este modelo es una bomba de tiempo, porque no hay economía que pueda por siempre crecer y endeudarse simultáneamente sin que nunca se rompa el ciclo de aparente bonanza.
Sabemos bien que el Estado tiene que hacer inversiones para enfrentar los problemas del país. Sabemos bien que hay, como se dice, una gran deuda social con el pueblo dominicano.
Esa deuda social viene, en parte, de administrar ineficientemente los recursos públicos. La corrupción, tema ahora tan debatido, es una de las principales causas de la ineficiencia gubernamental y la desigualdad social.
Si el Gobierno no desmonta el Estado corrupto que ha existido en este país desde siempre, no será posible avanzar en la solución de los problemas sociales, porque ningún Estado puede mantener por mucho tiempo la corrupción, el clientelismo y el asistencialismo, simultáneamente, sin que colapse el sistema.
No hay dinero para tantos gastos, aunque aumenten las recaudaciones entre los que más evaden el pago de impuestos. Que son muchos.
Para enfrentar el Estado corrupto se necesita agallas, y, sobre todo, un real compromiso con el bienestar del pueblo. De eso siempre ha habido un déficit en este país.

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