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Menores cuentan cómo eran maltratados y violados en centro de Santiago

En sus testimonios cinco menores contaron que sus familias los llevaron al centro por mala conducta, robo y consumo de drogas, y que vieron en el centro una oportunidad para regenerarlos. Uno de ellos ya había estado en tres centros anteriores

“El director me dio con una correa y luego me amarró con una cadena; me la puso en el pie y la amarró en un hierro. Yo duré tres días ahí en esa ocasión; me amarraron varias veces”, es el testimonio de uno de los menores víctimas en este caso.

Una confesión que es recurrente: otra de las víctimas cuenta que “en ese centro si te portas mal te amarran con un cadena por un pie, por una semana y hasta por un mes, te meten en un cuarto que le dicen Vietnam (área de castigo para quienes violan las reglas) a dormir en el suelo,  sin sabana, sin almohada, sin nada y si hacen mucha bulla te dejan en calzoncillo y te tiran agua en el suelo; a mí me llegaron a trancar en ese cuarto”.

Cada historia es más perturbadora que la anterior, aunque todas tienen en común, que cuando desobedecían las normas o tenían conflictos con quienes dirigen las consecuencias eran inminentes.

“Nos amaran cadenas en los pies y con dos candados, nos dejan las manos sin nada, si ellos nos quieren golpear, nos golpean y nadie se mete en eso”.

Atados de manos

Uno de los menores, de 16 años, cuenta que una vez lo acusaron de tapar el baño y el director “buscó una soga y me amarró las dos manos, después que me amarró las manos me las enganchó en una puerta. Ese director se llama Yunito y otro que le dicen el Líder y Tiburón, ahí mismo me dio una trompada por las costillas, yo con las manos amarradas, enganchadas en la puerta, yo estaba llorando”.

Un adolescente, supuestamente, se enfermó por las inclementes golpizas. “Me pegan y me amarran con cadena y un día me amarraron y yo cogí una enfermedad (el menor levantó su camiseta y mostro unas marcas), eso fue culebrilla y me dieron unos correazos, ahí (se subió el pantalón y mostró una marca en el pie izquierdo), pero el dueño de eso es el pastor que se llama Julián Almonte”.

Este testimonio es validado por los vecinos del entorno que narran cómo escuchan a todas horas gritos de los internos, e incluso cuentan que cuando alguno se fugaba al llevarlo nueva vez al centro le propinaban una golpiza más fuerte.

Una de las vecinas, que pidió no ser identificada por temor a represalias, contó a Listín Diario que en una ocasión uno de los que se fugó entró a su casa por el patio y le dijo que a él lo maltrataban mucho en el centro.

Otra de las residentes en el entorno explicó que previo a la muerte de Daniel de Jesús Rodríguez, ella lo vio corriendo por el frente de su casa con unas sandalias en la mano, lo atraparon y al día siguiente se enteró del fallecimiento.

Otro narra cómo intentó suicidarse. “Yo hace como un mes me intenté quitar la vida con una sábana porque me sentía desesperado, te hablan demasiado mal, quería que mi mamá me diera una oportunidad”.

El centro, que supuestamente desintoxicaba personas con adicciones a las drogas, de acuerdo al órgano acusador, no cuenta con los permisos del ministerio de salud para operar, tampoco con personal especializado, como médicos, psicólogos o terapeutas, de acuerdo a los testimonios, eran internos que se había ¨rehabilitado¨ quienes lo dirigían

Violación sexual

Los 5 adolescentes, en edades entre 13 y 16 años, narran que presenciaron o escucharon  las violaciones.

Más de uno narra que lo tocaron sexualmente, llegando a dar detalles de cómo unos tales Dady, Geyson, el Ruso les hacían sexo oral y los penetraban de forma anal.

Medicamentos

A pesar de que el centro “Nueva Vida para Jóvenes”, no contaba con los permisos del ministerio de salud medicaban a los internos, de acuerdo a quienes estuvieron ingresados “ellos nos medicaban y a uno se le iba la mente”.

En la solicitud de medida de coerción se hace constar que el director del centro solo conocido como Yunito le decía a los internos “te doy una pastilla que te doblan como un acordeón”.

Los adolescentes cuentan que les administraban una pastilla que ellos le dicen antipi, se llama Quetiapina, un medicamento para tratar los síntomas de la esquizofrenia, es un antipsicótico de segunda generación.

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