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Empate en el derbi Madrileño
El Atlético devolvió al Madrid al kilómetro cero de esta Liga. Fue tras una actuación muy de su estilo: esperando, sufriendo y, al final, acertando. El equipo de Zidane se columpió en un gran arreón en la segunda mitad y dio por cerrado el partido antes de tiempo. Simeone lo celebró como un título, no el que ganará él sino el que le puede quitarle al Madrid, un mensaje de gran consumo interno.
Siendo peor, fue más reconocible el Atlético, desde su austeridad, bien amarrado al partido por sus centrales, sus centrocampistas y un portero inspirado, aunque desdibujadísimo en la salida de pelota hasta los diez minutos finales. El Madrid, que pareció superior en líneas generales, se pasó de académico, no arrastró al público, sólo se esmeró con el marcador igualado y se equivocó al creer que la corriente le llevaría al triunfo al final. Al menos Kroos salió del túnel y Bale no fue el objeto perdido de tardes recientes. Esta vez dejó el empeño y le puso trabajo mientras espera a las musas.
El Atlético hizo una mejor traducción inicial del choque y se procuró una zona de confort, aceptando su renuncia a la pelota pero provocando un partido a media voz, alejado de las áreas, tapando su banda derecha para quitarle al Madrid la soda, Marcelo. Al éxito de su planteamiento contribuyeron a partes iguales la alineación y la actitud del Madrid. Los tres de arriba dejaron desabrigadas las bandas cuando la pelota pasó al Atlético. La circulación fue un paso de Semana Santa y la precisión estuvo a su altura. El Madrid no pasaba apuros ni los provocaba e iba del estado sólido en su campo al gaseoso cuando se acercaba al área del Atlético. Sólo se esperaban noticias en la estrategia, que ya es territorio en disputa. Saúl y Godín anduvieron en todas las intentonas.
Aquel duermevela se prolongó durante 25 minutos, con el Atlético acordonando su área y esperando lo mejor de Carrasco, más productivo en el inicio de las jugadas que en los finales. Y entonces el Madrid comenzó a agitar el árbol, en tres jugadas aisladas, de inspiración de sus tenores. Oblak repelió un remate franco de Benzema, previa pared con Cristiano; Savic salvó sobre la línea un tiro cruzado del portugués con el meta vencido, y Bale metió un cabezazo cruzado adivinado por el esloveno. Fue el único momento en la primera mitad en que el Madrid rompió filas. Fue el único momento en que el Atlético dejó de ser cemento armado. Griezmann respondió con un izquierdazo lejano pero intencionado detenido por Keylor tras error de Ramos e interrumpió esa fase de ataque a borbotones del Madrid.
Los goles
Pero el partido giró contra el Atlético tras el descanso. El Madrid cambió de marcha, se soltó la melena, encontró a Modric, mandó a sus laterales al desembarco, hizo de Bale un cuarto centrocampista y de Cristiano un nueve y acabó cazando a su vecino en la estrategia. Pepe, al que el Madrid echará de menos, usurpó el papel de Ramos en un cabezazo imperial que no cogió a Oblak en su mejor perfil. Luego se iría maltrecho tras ser atropellado por Kroos. El Atlético y Simeone quisieron despertar del gol y del desmayo. Torres tuvo el empate y se estrelló en Keylor. Simeone metió a Thomas y Correa, que mejora partidos ya en marcha. También sucedió en esta ocasión. El Madrid quiso acunar su victoria desde la posesión. Para eso llegó Isco al partido. Pero poco a poco fue adormeciéndose, regalando el campo hasta regalar el empate. Correa adivinó un hueco entre los centrales. Griezmann se coló por él. Y el Madrid murió de autocomplacencia.