Arte, Ciencia y Literatura

“Ruptura del Semblante”, sinfonía metapoética de Ike Méndez / Bernardo Silfa Bor

Por Bernardo Silfa Bor
El semblante es una imagen. Es una máscara en movimiento que rotula los rostros y los acontecimientos del mundo. Es la modulación de un imaginario que se hace palabra en la re-escritura fisonómica de la expresión corpórea del habla, de la voz o del sonido formal de un objeto o masa definida en la infinitud del verbo, estudiado como permanente y como real.
El semblante es adquirente de lo ritual oscilante de una era que se funde en la insignia del péndulo cifrado en lo sagrado y en lo dicho, previsiblemente, cuando se planifica lo que se ha de inmortalizar.
Se observa, que el semblante, es una semejanza del cosmos vuelto líquido en las voces quebradizas del alma. Se sabe conocimiento,divertimento, sentimiento que se aprehende, que se interioriza y que se materializa exteriorizado en el ser. Por ello, el semblante, es ese símbolo, que es hombre, que habla sus sueños, sus estados, sus emociones y sus poses de realidades, en la justa dimensión de lo posible.
En esa dimensión de lo posible, de lo conocido desconocido, de los sentidos sensitivos que sienten las palpitaciones de la tierra, del cielo, de los árboles, los animales y las aguas de los ríos y los mares geométricos, que transitan estos versos, en el estanque del poema.
Esas realidades las adquiere, el semblante, desde el dominio subjetivo de la ruptura. En ese sentido se rompen múltiples rasgos de la faz del universo. Así, se sesga lo incompresible, lo intransitable, lo díscolo, lo inútil. Se sesga la interrupción del fluido de la palabra semblante que se encaminaba hacia lo insustancial del significante, en los mares de la incomprensión, que pareciera se aprecia en esta poética, pero que dicha apreciación no es verdadera. Más bien es una poética (metapoética) que se reconoce en el contexto de una estética rica en simbolismos, en figuras, en tropos y en metáforas explosivas que enciende la sintaxis de los múltiples y sublimes significados.
En estos metatextos, que Ike Méndez nos presenta, cada tramado textual es un ser viviente. Un ser que sufre, que llora, que le duele el dolor del otro como vemos en el poema “Recibir el Día” cuando asegura que:
” Buscamos diferente la suerte de todos
la histérica pasión es desencanto
con hambrientos acordes destrozados caminos
sombras de edades muertas
de polvos coagulados”.
Un ser, que también, se ríe y se alegra de la felicidad del otro, que es él mismo, brillando con su verso. Así, como ese Sol diurno que prende la Luna en las noches oscuras para que ilumine con su luz de blancura sensual el camino, porque:
“Tu sombra es la desnudez del ramaje
hebras y hojas
forma
cambios en la imagen de una frase
que se despide al instante
que se entrega fugaz
en la plenitud del vacío”.
Ruptura del Semblante es una apuesta innovadora que da frescura, dinamismo y conocimiento rítmico a un elegante y centelleante decir metapoético.
“Desde el tiempo primero
la palabra nos miente
espejismo del deseo
es la verdad
comedia negra
ironía consumada
el humor con que burlo
la necedad del mundo”.
Los pilares esenciales de esta escritura, en los versos, aletean los tiempos visibles de la mágica metapoesía que se conjuga en la mirada y en los modos de un lenguaje sustancioso y ágil.
Con “Regreso de los Dioses en Luna de Sangre” Ike Méndez, inicia el tejido de este poemario como ascensión a un punto de verdad que se teje desde su voz y su mirada.
Ruptura del Semblante es esencialmente un texto místico y mítico, histórico y humano. Discurre por el tránsito de lo tradicional, de lo memorial, de la leyenda, de lo simbólico, de lo telúrico y de lo divino satírico, irónico y cómico. De perfil aleatorio y maleable en su tono. El poeta va, desde aquí, al pasado y al futuro en su voz profética, escuchada y vista desde sus lentes:
“Empañados mis cristales
escuchan a somos de cambios
roturas descosida
grandes ideales sobre el filo de una espada
desmembrándose
despojándose en los desfiladeros
transitando los bordes de la luz
a punto de caer
dentro de negros agujeros sin retorno”.
Y sigue:
” Mis cristales permanecen empañados
de sobredosis de palabras
sólo preocupaciones y visiones
asoman el rostro a mi inconsciente
Mis lentes
permanecen ahumados de palabras rotas
viudas y huérfanas”.
Ruptura del Semblante vuelve desde los confines de todos lo tiempos. Vuelve con su voz de héroe a los dioses, a todos los dioses, de todos los reinos, que lo hacen poeta para salvarle y darle vida, porque:
“Aún en este nuevo siglo nuestro
los dioses no han muerto”.
La interpretación conceptual de esta poemática irrumpe vivaz en la curvatura usual de cada término empleado en el alumbramiento giratorio del poema, y que germina en la geografía de la página como territorio fértil y suntuoso.
El paganismo es inmortal, dice el poeta.
Y lo dice porque su andadura errante de demiurgo se desliza y se filtra, denunciante y anunciante, de un nuevo ciclo vital, de los decentes templos del arte, la literatura y la poesía como cuerpo sensible, que crea el juego del festín, el juego del becerro obsceno y el juego de lobezno aullándole a la luna roja. De ahí que la carne risible del crono destronado, como referencia del hijo al padre, se cierne sobre la memoria del mismo tiempo.
Todo cuanto está al borde del abismo, al borde de lo hueco, al borde del vacío muerde la muerte. Lo que salta la barrera de lo inhóspito, de lo insólito, de lo grotesco como belleza del hacer, del decir y el escribir sobre la llanura húmeda y verde del viento es una salvación. En este territorio de fertilidad enjundiosa es donde se salva la plantación de estos metatextos de Rupturas del Semblante, como trigo que alimenta, espiritualmente, el alma humana.
En el poema “Gozó en la Mar” el poeta cuenta que:
“En mitad de la noche/ el péndulo monta caballo desbocado”/
Mientras que el vaivén visibiliza y energiza la brisa que refresca el:
“Cuerpo de agua con piernas entreabiertas”
Como un guiño erótico al gozo en el mar. En ese mar madre mujer que dejó en sus orilla la vida.
También estos versos acentúan el amor a la madre, a la mujer, a la tierra, a la herencia multiplicadora de espacios para el trabajo valiente del día a día.
“Cuando la profunda sabiduría de la Madre
con su canto sutil siembra
el retoño brota en sus jardines
y el trigo resucita
Hay sinergia solidaria
mujer o madre tierra
todo es perfección en los matices
calma o ternura
fertilidad riqueza”
En Ruptura del Semblante 5, se rememora el camino al tránsito del mito de la Gran Piedra.
” El rumor colectivo de piedras
ha tocado mi puerta
piedras de molino
porosas piedras de agua
roca dura
de la negra herramienta del rayo
de la esfinge
piedras guardadas en tinajas e higüeros”.
La plaza es cognocente, es envolvente, es sensible al ojo del inconsciente. Al sueño colectivo de un pueblo que transita en línea quebradiza hacia el punto álgido del tiempo, en recorrido dual. En la plaza se visualiza el centro ceremonial, el centro de reuniones, el centro en donde el pueblo primigenio diserta, juega, baila y canta sus creencias y sus religiosidades, y que el poeta emblematiza, en estos metapoemas, de Ruptura del Semblante.
“Hay momentos estremecedores
voces regresivas de festines
en la sintaxis de las piedras
Entre gruta y ladera
está el secreto eterno
inmemorial
el eslabón de polvo dormido
cuajado y lavado
rebusco la vocación de polvo
de todas las piedras
el soplo de vida
que engendra su silencio”.
Aquí el discurso homenajea la referencialidad de sus dioses, las razas y las civilizaciones del antiguo y este nuevo mundo en la ritualidad del signo postmoderno.
El poeta:
“Guarda en mis sueños
cosas no imaginables
tejidos vivos y órganos vitales
de mis antepasados
además, el invierno real
la antigua mirada del Sol
libre de azufre
el primitivo carbón vegetal
que nutre el vapor”
Y agrega:
“Son tantas las preguntas sin respuestas
por la muerte de tus aguas
el animismo que sale de tus rocas
que prefiero la comunión con la montaña
disfrutar del techo que tránsito
cuando vuelo”.
Habla la liturgia, la misa sacrosanta, el sacerdocio del pan diario del poeta en un diálogo diacrónico en ascendencia sincrónica por donde busca la conexión hilvanada de lo flexible cifrado con la verdad inflexible de la historia cultural de occidente y la creación de un mundo en el espacio limpio de ceremonias sin olvido, porque:
“El cielo abierto
destila su semblante
en travesía pura
entorna el pronóstico de lluvia
interfiere tejido de mi ser”.
“Ruptura del Semblante 6” abre la vía hacia el descubrimiento de lo nombrable e innombrable como vuelo sutil e impostergable de redención. El poeta pide desde la comprensión de sus versos cambios estructurales en el conjunto social de la existencia. Solicita desde la práctica ejercida en el ejercicio del vivir, lo aparente transferible para que la luz entre triunfal a los recovecos de las ciudadelas auscultadas y hagan defensas de sus legados.
En este sexto semblante, transmutado, lo visible se hace imperceptible, lo real se hace apetecible y lo intangible es la luz útil de las diversas definiciones del lenguaje en su dimensional movimiento textual. Este es el infinito, y se hace palabra. Y el poeta lo muestra en estos sustanciosos versos:
“El velo cubre lo invisible
sus senos voluminosos
las anchas caderas
los implantes tallados de la efigie
La lectura del cuadro es ambrosía
embriaguez perversa
apetito
imaginaria pretensión obscena
su cabeza sin rostros
acurrucada
el escénico arreglo
Todo luce real
en esta atmósfera de encantamiento
que atrapa a su presa
decidida”.
Ruptura del Semblante plantea una lógica de matemáticas líricas geometrizadas, de proporciones universales en la textura y cultivada en las aristas y los vértices metapoéticos que crean el ensueño agradable, absolutamente, al oído sensible, segmentado en lo infinito de lo pleno completo.
Hay que recuperar el trayecto, el sendero, el deseo, el goce, los modos y el norte, si es que se ha perdido. Para ello el poeta nos toma:
“De la manos del viento
nuevos pasos
alcanzar el preludio de la luz
el brillo de sus bordes
aromado de menta
evaporado
objeto de ternura”.
Y nos lleva a:
“Tejer nuevas banderas
surgida del pasado
de pretérito tiempo
de mi pueblo agobiado”.
Para luego, con la sapiencia que da el sensitivo conocimiento del cuerpo:
“Recuperar el goce
contante
un pedazo de cielo
del hombre o mujer
que de ella atrapa su crisálida
limpia luz de Epifanía”.
Ike Méndez continua su ascensión hacia el parnaso de las letras dominicana y el más allá de lo insular. Recorrido iniciado con su singularísimo libro Flor de Utopía, seguido de Al Despertar. Dos poemarios que, al igual que Ruptura del Semblante, están confeccionados con un extraordinario y consciente uso del metalenguaje.
Ike Méndez, es metapoesía, es escritura sinfónica de este recién iniciado siglo 21. Es evidente.
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