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Yo estuve siete días preso en la fortaleza de San Juan/ Cassandro Fortuna

El oficial del día me dio una galleta con tanta fuerza, que ni siquiera la sentí pues me anestesió el rostro

Por Cassandro Fortuna

1 parte

MUCHA GENTE que me conoce no sabe que yo estuve siete días preso durante los 12 años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer. Ahora lo cuento como una anécdota personal

Tenía entonces 16 años y cursaba el segundo del bachillerato en el liceo Pedro Henríquez Ureña de mi natal San Juan de la Maguana.

Todo ocurrió un día cualquiera del año 1972. En el país se encontraba una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que era rechazada por la oposición política del país, especialmente por los grupos de izquierda. Para entonces el movimiento estudiantil era muy fuerte en nuestro país y estaba muy politizado. Así, cada vez que ocurría  algo que el pueblo político no veía con buenos ojos eso se reflejaba en la escuela dominicana, específicamente en los liceos y escuelas secundaria.

Ese día hubo movilización estudiantil nacional rechazando dicha comisión. En San Juan de la Maguana dirigentes estudiantiles como Frank (laboyinca) y Nazareth Hasbún llamaron a la movilización, y varios minutos después la docencia fue suspendida y una gran masa de estudiante estaba en la calle 27 de febrero lanzando consignas contra la comisión de la OEA y lanzando consignas como “Balaguer, asesino” , “la cultura popular es cultura nacional” y “subiendo la loma, nadie se cansa, por eso subimos, siempre felices”.

Yo estaba entre el grupo de estudiantes que iba en el “molote”, por la acera. Yo no era figura política para nada, yo no era un “cabeza caliente”, no era ningún dirigente estudiantil. Era un simple estudiante, un adolescente que miraba los acontecimientos.

De pronto llegó un jeep cargado de policías y de guardias y se armó “el juidero”. Estábamos ya cerca del Banco de Reservas en la avenida Independencia. Iba caminado por la acera. Con mi uniforme escolar color kaki. Y de pronto sentí que alguien me atrapó por el cinturón, por la espalda. Era un miembro del ejército vestido de civil,de los temibles G-2, que eran asesinos en el gobierno de Balaguer.

Apenas pude reaccionar. Apareció un jeep destartalado del ejército, cargado de guardias y policías, y el G-2 me tiró dentro de él mientras los guardias y policías se burlaban de mí. Yo estaba desconcertado. ¿Qué había hecho yo para estar detenido de esa forma, un simple adolescente, indefenso. Entonces yo era flaquito. Un enclenque, como se dice. Para la época yo era miembro activo de la iglesia evangélica dominicana, cuyo pastor era William De León y a quien yo asistía durante el culto los domingo por la noche.

Me llevaron  al destacamento policial de la Independencia con doctor Cabral. Ocho “autoridades”, entre policías y guardias. Me bajaron debajo del árbol que todavía está allí y me introdujeron al destacamento  (en ese momento vi que Atlito Peguero, que para entonces era mi mejor amigo, miraba de lejos lo que estaba pasando. Y me dije “él le contará a mi familia que estoy preso).

Al entrar al recinto, en un pequeño pasillo había un teniente de la PN que era el oficial del día y quien tenía “que darme entrada” como detenido. Me recibió y me hizo una seña para que caminara detrás de él hacia la cárcel. Así lo hice. Y de pronto aquel oficial de bigotito, que debía tener unos 40 años, se volteó hacía mí, y de forma inesperada me dio una galleta tan sonora y contusa que no me dolió, pues me anestesió, literalmente, el rostro. Yo me estremecí como un arbusto sacudido por el viento.

Como si eso fuera poco, cuando estaba más adentro del recinto, en el lugar que no se podía ver nada desde la calle, aparecieron varios policías y comenzaron a golpearme por diferentes partes del cuerpo. Todo aquello me parecía increíble. Me protegí como pude de los golpes, y acabada la golpiza me introdujeron a la celda. Yo me senté en el piso. Estaba molido, con la ropa escolar rota. No soy guapo. Soy tan cobarde como cualquiera. Pero no recuerdo que sintiera miedo de nada. Ni siquiera me quejé cuando me golpeaban, solo trataba de esquivar los golpes.

Cuando estaba un poco más tranquilo observé que en la celda había otro adolescente, que era amigo mio, su nombre era Eligio. Según supe murió hace ya mucho tiempo. Nos miramos, comentamos lo malo que la estábamos pasando. De pronto el oficial del día, el de los bigotitos y la bofetada apareció detrás de las rejas. Tenía un libro de registro en sus manos y un lapicero. Me hizo señas para que me parara y fuera donde él. Así lo hice.

En esta ocasión lucía más calmado

-¿Cuál es tu nombre?- me preguntó

-Cassandro Fortuna- respondí

-¿Donde vives?

-Calle Colón No. 95

-¿Que edad tienes?

-16 años.

-¡18 coño!- gritó mirándome con odio y enojo.

Se marchó.

Media hora después llegó otra comisión policial. Nos trasladarían a una celda en la fortaleza general José María Cabral, sede de la Tercera Brigada del Ejército.

Iríamos fuertemente custodiados. Dos adolescentes de 16 años cada uno. Lo que pasó en la fortaleza es digno de que todos ustedes lo sepan. Pero lo dejaré para la segunda parte.

 

El autor es Director de El Granero del Sur

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2 Comentarios

    1. Yo espero también la segunda, es muy triste, unos adolescentes , Yo creo que por mal que estas nuestros pais , nadie quiere volver a vivir una dictadura

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