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Actor Rafael Amaya llego a creerse que era “El Señor de los Cielos”

Al sumergirse en el alcohol y las drogas se creyó que realmente el era su personaje "El Señor de los Cielos"

El cariño y la lealtad hicieron que Roberto Tapia moviera cielo, mar y tierra para rescatar a su amigo Rafael Amaya del pozo profundo en el que las drogas y el alcohol habían hundido al actor.

En una íntima y franca entrevista con People en Español, el cantante de música regional mexicana cuenta la odisea que pasó para salvar a su querido compadre.

¿Cómo conociste a Rafa?

A mi compadre lo conocí en el 2013 cuando estaba grabando La Vozen Miami y cuando arrancó la serie El señor de los cielosen México.

Empecé a admirar su trabajo. Al mes y medio [de estar en La Voz] recibí la invitación para participar en El señor… No había empezado a grabar y tocaron en mi camerino y quien me tocó la puerta fue mi compadre Rafa. Cuando abrí me recibió cantando uno de [mis] corridos. Me dio mucho gusto que una persona que admiraba conocía mi chamba. Nos hicimos amigos, intercambiamos números.

Fue creciendo la amistad, nos hicimos compadres hace cuatro años, apadrinó la primera comunión de mi hija Claudia Mariel. Y pues [después] se me perdió. Y por ahí de repente me marcaba de diferentes números y pues yo notaba que andaba mal.

¿Te decía que estaba mal?

No me decía, solamente me decía que tenía muchas ganas de verme para irnos de parranda, pero después cada vez que me llamaba ya no lo escuchaba sobrio, me empezó a preocupar. De repente se me desconectó hasta el grado que su hermana [Fátima] me escribió por Facebook para preguntarme por él, que si yo sabía dónde estaba porque tenían meses que no sabían de él y que la última vez que supieron de él ya estaba en malas condiciones. Estuve tratando de localizarlo por cielo mar y tierra.

De repente estaba en mi estudio en Culiacán grabando y recibo una llamada de él y fue cuando me dijo: “Compadre, necesito ayuda, necesito que me ayudes. Ya no puedo, [pero] yo no quiero entrar a un centro [de rehabilitación], yo puedo solo”. Le dije que me dejara un número para contactarlo y se volvió a perder, pero fueron pocos días.

Pasaron dos días a lo mucho y nos fuimos por carretera, no me quise ir por avión porque no quería que la prensa me viera. Me fui por tierra y hasta Acapulco llegué a donde estaba él. Estuve con él a lo mucho 10 minutos y le dije: ‘Compadre necesito que nos vayamos porque hay varios proyectos por ahí’. Mi compadre estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara. Agarramos sus cosas y las subimos al carro y nos arrancamos a Culicán de vuelta. Me fui de Culiacán a Acapulco manejando con mi mánager y un amigo.

Ya de regreso me empecé a sentir mal, tenía síntomas de la COVID-19, se me empezó a ir el aire, no podía respirar, fue todo muy cabrón. Además el cansancio de ir y regresar, fueron 24 horas de camino sin parar. Nos encontramos una ambulancia en una caseta de peaje y me pusieron oxígeno y me dieron medicamento, me alivié un poquito. Llegamos a Guadalajara y ahí compré medicina, me sentí un poco mejor. Al llegar a Culiacán ya no pude más, no pude llevarlo a la clínica del exboxeador mexicano Julio César Chávez porque yo ya caí en cama.

En el auto veníamos platicando, tratando de hacerle ver cosas, que tenía una vida por delante, una carrera que cualquiera querría tener, que las mujeres lo aman. Le dije: ‘No es posible compadre que usted mismo se esté destruyendo’. Y él venía llorando, triste, sacado de onda, tocó fondo en ese momento. Le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y las estaba tirando. ‘Tanto que luchó usted en esta carrera, compadre, ¿cuánto tiempo no lo batearon y sufrió y ahora que tiene la oportunidad la está tirando?’. Se secaba las lágrimas.

Cuando lo dejé en el hotel para que descansara, le llevamos tacos para que cenara y me despedí de él. Ahí me empezaron a doler las rodillas y me dice mi mánager, que es mi ahijado: “Ya valió madre, creo que trae la COVID-19”.

Ya no pude llevarlo a la clínica, mi ahijado pasó por él y Rafael preguntaba a dónde me van a llevar. Pues vamos a desayunar. Cuando vio que era una clínica de rehabilitación estaba bien enojado mi compadre, decía que no era su compadre. Le dijo a mi ahijado ‘dígale que no somos compadres’, y yo pensé, ‘me vale madre, yo lo voy a ayudar’.

People en Español

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