Arte, Ciencia y Literatura
La derrota de Japón: el fin de la Segunda Guerra Mundial
En agosto de 1939, el reputado científico Albert Einstein dirigió una carta al presidente de Estados Unidos. En ella advertía que la Alemania nazi pronto podría construir una bomba con combustible de uranio. Las noticias eran alarmantes y, apenas un mes después de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, en diciembre de 1941, el presidente Roosevelt autorizó la investigación para el desarrollo de la bomba atómica

El proyecto, con el nombre en clave de Manhattan, se confió al ejército de Estados Unidos y en particular al general Leslie Groves, quien se encargó de coordinar los esfuerzos entre las diferentes instalaciones secretas que se levantaron por todo el país. Una de ellas era el laboratorio de Los Álamos, en Nuevo México, donde un equipo de científicos liderado por el físico Robert Oppenheimer trabajó para convertir los conceptos teóricos en una bomba funcional.
El proyecto culminó el 16 de julio de 1945 con la prueba Trinity en el desierto de Álamo Gordo. Por primera vez en la historia se logró detonar un artefacto nuclear que estalló con un poder destructivo semejante al de 20.000 toneladas de TNT. Uno de los mayores retos del Proyecto Manhattan fue conseguir el material fisionable capaz de provocar una reacción en cadena necesario para el núcleo de las bombas atómicas.
La forma de adquirirlo requirió una ingente cantidad de recursos y toda la capacidad industrial de Estados Unidos, probablemente la única nación que podía llevar a cabo un proyecto de tal magnitud. En 1942 se construyó en Oak Ridge, Tennessee, un enorme complejo industrial donde se procesaría uranio con centrifugadoras llamadas calutrones y otros métodos como la difusión gaseosa, para conseguir separar el isótopo U del uranio puro.
El proceso era lento, pero entre 1944 y 1945, las tres plantas de Oak Ridge lograron producir 64 kilos de uranio enriquecido, suficiente para una bomba atómica. La importancia del proyecto llevó a los administradores a implementar medidas de seguridad extremas en una comunidad que llegó a alcanzar los 75.000 habitantes. Sólo un centenar de trabajadores sabía del verdadero propósito de su labor, aunque la mayoría era consciente de que en cierta manera estaban colaborando en el esfuerzo de guerra.
El éxito de la prueba Trinity cambió la estrategia aliada para acabar con la guerra en el Pacífico, que hasta ese momento pasaba por un desembarco en el Japón continental, la llamada Operación Downfall.
Tras la muerte de Roosevelt el 12 de abril de 1945, su sucesor, Harry Truman, tenía la responsabilidad de vencer a Japón. Le preocupaban el aumento constante de bajas y el agotamiento de recursos militares tras cuatro años de guerra en tres continentes. La reciente batalla de Okinawa había demostrado que los japoneses eran capaces de una resistencia fanática, y se consideró que la nueva bomba podría ser el golpe de efecto que los llevaría a rendirse. Por entonces, los norteamericanos contaban en su arsenal con dos bombas atómicas: una de uranio 235, Little Boy, y otra de plutonio 239, Fatman.
Ya desde 1944 se había elaborado una lista con posibles objetivos. Sin embargo, tras extensos debates, se decidió eliminar de ella a Tokio y Kioto por su importancia histórica y cultural. Hiroshima, séptima ciudad por tamaño, pasó entonces a ser el objetivo principal y su bombardeo quedó fijado para el 6 de agosto.
Tomada de National Gegraphi