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Kissinger, muerto a los 100 años fue un erudito que se convirtió en diplomático
Murió el pasado miércoles en su casa de Connecticut, pero ayer fue cuando el mundo conoció su deceso

Henry Kissinger, el erudito convertido en diplomático que diseñó la apertura de Estados Unidos a China, que negoció la salida de Vietnam y utilizó la astucia, la ambición y el intelecto para rehacer las relaciones de poder de EE. UU. con la Unión Soviética en plena Guerra Fría, a veces a costa de los valores democráticos para conseguirlo, murió el miércoles, según un comunicado publicado en su página web oficial. Tenía 100 años.
Murió en su casa de Connecticut.
Pocos diplomáticos han sido tan celebrados y vilipendiados como Kissinger. Considerado el secretario de Estado más poderoso de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, fue aclamado como un líder pragmático y realista que remodeló la diplomacia para reflejar los intereses estadounidenses y también fue criticado por dejar de lado los valores estadounidenses, especialmente en el ámbito de los derechos humanos, si creía que eso servía a los intereses del país.

Asesoró a 12 presidentes —más de una cuarta parte de los que han ocupado el cargo—, desde John F. Kennedy hasta Joe Biden. Con su comprensión erudita de la historia diplomática, el impulso de su condición como refugiado judío-alemán que luchó por triunfar en su tierra de adopción, además de su profunda inseguridad y un acento bávaro de toda la vida que a veces añadía un elemento indescifrable a sus pronunciamientos, transformó casi todas las relaciones mundiales en las que participó.

En un momento crítico de la historia y la diplomacia estadounidenses, fue el segundo en el poder tras el presidente Richard Nixon. Se incorporó a la Casa Blanca de Nixon en enero de 1969 como asesor de Seguridad Nacional y, tras su nombramiento como secretario de Estado en 1973, conservó ambos cargos, algo inusual. Cuando Nixon dimitió, continuó trabajando en la presidencia de Gerald Ford.
Las negociaciones secretas de Kissinger con China condujeron al logro más famoso de Nixon en política exterior. Pretendía ser un paso decisivo en la Guerra Fría para aislar a la Unión Soviética, pero abrió el camino a la relación más compleja del mundo, entre Estados Unidos y China, que, a la muerte de Kissinger, eran las dos mayores economías del mundo, completamente entrelazadas y, sin embargo, en constante desacuerdo ante la inminencia de una nueva Guerra Fría.
Convocó a la Unión Soviética a un diálogo que se conoció como “distensión” y que condujo a los primeros grandes tratados de control de armas nucleares entre ambas naciones. Con su diplomacia itinerante, consiguió que Moscú dejara de ser una gran potencia en Medio Oriente, pero no logró negociar una paz más amplia en la región.
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