Opinión

Personajes relevantes en la historia cultural y literaria de Jánico (2)/ Miguel Collado

Por Miguel Collado

JUAN ANTONIO COLLADO (1898-1972): UN EJEMPLAR EDUCADOR Y UN HOMBRE DE LETRAS

Datos biográficos

En el año en que nació Juan Antonio Collado era el Síndico del Municipio de Jánico su tío Félix María Collado y Ulises Heureaux (Lilís) gobernaba con garras de tirano la nación dominicana. En las dos Antillas hermanas, Cuba y Puerto Rico, se libraban luchas independentistas frente al imperio español. Fueron esas las circunstancias históricas bajo las cuales, el 7 de abril de 1898, tuvo lugar el nacimiento de quien habría de ser uno de los personajes de mayor relevancia en la historia janiquera. Fueron sus padres Daniel Báez y María de Jesús Collado Adames. Solo usaba el apellido materno.

Dejó una extensa y honorable descendencia. En Jánico procreó tres hijos: a Grecia (1935-) y a Norma (193…-2018) con Eduviges Angélica Salcedo Sigoyen y con Ana Mercedes Luna (Chela) a Cirilo Antonio (194…-2001), quien fue un destacado abogado, miembro de la Junta Central Electoral. Grecia y Norma heredaron la vocación magisterial de su padre: la primera fue profesora por casi 20 años en Altamira (Puerto Plata) y la segunda lo fue en el Liceo Secundario de San José de las Matas, del cual fue directora por alrededor de una década.

En 1942 Collado, ya siendo un reconocido educador, pasó a vivir, por razones laborales, en el municipio de Peña —comunidad llamada Tamboril desde 1962, perteneciente a la provincia de Santiago—, donde procreó dos hijas con la educadora Fredesvinda Halls, con quien casó, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, el 2 de septiembre de 1944: Alba Nery (1946-) e Icelsa (1956-). Ambas son reconocidas profesionales del Derecho: la primera, jubilada ya, fue Juez de Paz en Tamboril y Juez Presidente de la Corte Civil de Santiago, mientras que la segunda es una prestigiosa abogada en ejercicio.

Nietos de Juan Antonio Collado considerados profesionales meritorios: el ingeniero Omar y la mercadóloga Alba Almonte Collado, hijos de Alba Nery; la Comunicadora Social Lissa María Rodríguez Collado, hija de Icelsa; y la economista Evelyn González de Leger, hija de Norma. Hay otro nieto, que es muy culto, académico y pastor evangélico: Enrique González, hijo también de Norma.

Cabe destacar que entre ambas familias ―la janiquera y la tamborileña— siempre han existido armónicas relaciones, siguiendo el ejemplo de unidad y amor del maestro Juan Antonio Collado.

En Tamboril el Maestro Juan fue presidente de diversas entidades culturales y recreativas, fundador del primer sindicato de obreros y presidente del Ayuntamiento Municipal (hoy Alcaldía). Allí falleció el 25 de julio de 1972 a causa de un cáncer de próstata. Sus restos mortales descansan en el cementerio municipal de la patria chica del insigne poeta Tomás Hernández Franco, donde la calle en la que residió con su familia lleva su nombre, honrando así su memoria.

En octubre de 1971 ―el año anterior al de su muerte―, para perpetuar su memoria, su nombre le había sido dado al liceo secundario de Jánico, dirigido en ese momento por Sor Clara Almánzar.

El educador ejemplar

En toda la historia de la educación del municipio de Jánico no hay otro exponente más alto, como educador, que Juan Antonio Collado, llamado en su pueblo Maestro Juan como señal de respeto. Sus casi 50 años dedicados a la enseñanza, con vocación hostosiana y entrega poco comunes, lo hacen merecedor de tal consideración. Los que tuvieron el honor de conocerlo personalmente, ya siendo sus discípulos, ya siendo sus amigos, coinciden al opinar que fue un hombre de múltiples y envidiables virtudes morales: honesto, sencillo, respetuoso, trabajador incansable y, sobre todo, poseedor de una profunda sensibilidad social.

El Maestro Juan era un verdadero autodidacta: mediante un gran esfuerzo de superación personal que nos recuerda al insigne pensador uruguayo José Enrique Rodó, cultivó su intelecto de tal modo que nos dejó pruebas fehacientes de la sólida formación cultural e intelectual alcanzada, así como de su clara visión sobre la responsabilidad que todo hombre debe tener frente a la sociedad de la cual forma parte. Era una visión atravesada por el pensamiento hostosiano, todavía en boga en las escuelas dominicanas en sus años de formación inicial.

Solo tenía 21 años de edad cuando se inició como maestro en la Escuela Rural No. 10 de Jánico, de la cual llegó a ser director. Una de sus discípulas janiqueras más sobresalientes, Ana Dolores Infante, es quien mejor lo ha descrito en un poema anagnórico que le escribiera como tributo a su memoria. Lo transcribimos a continuación:

«A Juan Antonio Collado

Tu labor fue fecunda y prodigiosa

en esta hermosa tierra natal.

Sembraste la semilla esplendorosa

y luego germinó el fruto magisterial.

 

Fuiste apóstol de las grandes decisiones,

maestro bondadoso y ejemplar.

Supiste poner freno a las viles pasiones,

colocando tu nombre como un pedestal.

 

Tu recuerdo repercute soberano

en las aulas donde laborabas,

en los hogares, en el frío, en el llano

y en las copas de los árboles que plantabas.

 

Tu voz repercute también en la plaza

donde tu mirada vigilaba con fulgor.

Dondequiera que llegaba la desgracia

allí corrías, presuroso, repartiendo amor».

Fecunda fue su labor como educador, habiendo dejado imborrables huellas no tan solo en Jánico, sino, también, en Tamboril, hacia donde fue trasladado en 1942 por la Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes como director de la Escuela Primaria-Intermedia «Sergio A. Hernández», cargo que hasta ese momento ostentaba en la citada escuela de Jánico. En 1951, en reconocimiento a sus servicios en beneficio del desarrollo cultural de la sociedad tamborileña, fue declarado Hijo Adoptivo de Tamboril por el Ayuntamiento Municipal. Cinco años después —el 30 de junio de 1956, específicamente— el máximo organismo de la educación dominicana le otorgó la Medalla de Honor de Educación en clase de Plata.

Tan profunda fue su vocación docente, tan consciente estaba de su misión educadora, que escribió una reflexiva y emotiva «Oración del maestro», una manifestación pura de su credo pedagógico, atravesado por los valores que, como el de la verdad y el deber, fueron luminosos faros del pensamiento moralista hostosiano:

«Oración del maestro(1)

¡Oh, Señor!,

dame tu aliento fecundo

para rendir mi labor

enseñando fácil rumbo

con la gracia de tu amor.

 

¡Oh, Señor!, dame salud,

dame la luz de la ciencia,

dame tu dulce paciencia

y daré a la juventud

el pan de la inteligencia.

 

Señor, dame tu bondad,

dame toda tu nobleza,

para enseñar la verdad

bajo ritmos de belleza

a la pobre humanidad.

 

Dale a mi ser lo que anhela:

Señor, la paz que consuela

y tu piedad sin igual

para ennoblecer mi Escuela

Y hacerla Templo Ideal».

El hombre de letras

Juan Antonio Collado ejerció el periodismo y fue poeta de hondo lirismo, actividades que supo armonizar con el ejercicio magisterial de manera inteligente. Recién había cumplido los 25 años cuando irrumpió en el mundo periodístico, asumiendo, en 1923, el rol de Jefe de Redacción de El Pensamiento, primer periódico editado en Jánico, hecho por janiqueros. Ese medio era impreso en la ciudad de Santiago de los Caballeros, ya que en dicho municipio no había talleres de impresión. Es él, cabe reconocerlo, el fundador del

periodismo janiquero. En el primer número de ese órgano informativo, del 10 de enero del citado año, publicó el siguiente texto con ocasión del año nuevo, datado en enero de 1923:

«1922-1923

Nada extraño, lo de siempre, las cosas siguen su constante evolución; un año que fenece cargado de miserias, acervos dolores y desesperanzas sin fin, y otro que llega prometiéndonos con mentidos celajes todo un radiante amanecer para nuestro porvenir. ¡Ah, veleidades e ilusiones! ¡Cómo roban la tranquilidad de nuestros espíritus, haciéndonos caminar cual beodos: de tumbo en tumbo…!»

Era el soneto una modalidad poética muy en boga en la literatura dominicana a finales del siglo XIX y muy entrado el siglo XX. Los dos tomos editados en el 2001 por el meritísimo investigador mocano Julio Jaime Julia, en los que recoge 200 sonetos de poetas dominicanos nacidos entre 1880 y 1899, son una evidencia de eso que decimos. Todo poeta que se precie de serlo o que aspire a ser reconocido como tal, inevitablemente pondrá empeño en lograr concebir una creación poética que responda a las características propias de la estructura del soneto, «una de las fórmulas poéticas de mayor vigencia y prestigio en la poesía universal», en opinión del insigne Mariano Lebrón Saviñón, máximo culturólogo dominicano: dos cuartetos y dos tercetos, con 14 versos endecasílabos.

Y el poeta Juan Antonio Collado no fue una excepción en lo que respecta a esa tan común aspiración. Él cumple con la preceptiva retórica del soneto cuando escribe su soneto «Patria», aparecido en la edición de El Pensamiento del 10 de enero de 1923):

«Patria

Al amigo Daniel Pichardo Jr.

Realidad o fantasma de la vida

se alza o se hunde en esta lucha incierta;

una sombra del pasado muerta

como una cruz del pedestal caída.

 

Hostia eterna del alma, suspendida

Sobre el abismo de la duda yerta,

si brilla alguna vez, abre la puerta

a la esperanza o a la fé perdida.

 

Fantasma o realidad, en ese abismo

resplandece con ráfagas extrañas;

y aunque el pesar doblegue tu organismo,

 

llevas, ¡oh, Patria!, altiva y sonriente,

el fuego de tu Dios en las entrañas

y el beso de tus bardos en la frente!

 

Jánico, Diciembre de 1922»

Interesante nos ha parecido su poema dedicado a Tomás Hernández Franco, como muestra de su evidente admiración hacia el mayor de los poetas nacidos en Tamboril y uno de los más representativos poetas de la lírica dominicana. A continuación lo transcribimos:

«Tomás Hernández Franco

Gallardo paladín de la cultura,

con fácil y genial inspiración

la pluma manejó cono donosura

y su verbo no tuvo emulación.

Con mística piedad de Nazareno

brindó su pan y luz con hidalguía,

con el ardiente amor del hombre bueno,

amante de las letras y [la] poesía.

Abnegado, valiente, soñador,

siempre bohemio de porte señorial,

diplomático, lírico, cantor,

caminó por las dunas y los mares

con noble apostolado intelectual,

con grandes inquietudes y pesares

hasta que dio su caída de mortal

 

El Maestro Juan amó entrañablemente a su patria chica y confió profundamente en su futuro, sentimientos —el de amor y el de la fe en el porvenir— que puso de manifiesto en su breve ensayo «Jánico: emporio de riqueza» (Ver: Miguel Collado. Notas). Reconoce el valor y el potencial de los recursos naturales de Jánico y expresa su admiración por la belleza de esa naturaleza. Transcribimos un fragmento de ese texto a continuación:

«Jánico, rica y floreciente región enclavada en las estribaciones de la Cordillera Central, ofrece todas las buenas perspectivas para el desarrollo de las industrias fabriles, comerciales, agrícolas y de extracción.

Por doquiera que se extiende la vista, por doquiera que se encaminan los pasos, se presentan espesos bosques seculares que en el ramaje de sus frondas guardan un inagotable tesoro de resinas, esencias, tientes, fibras, maderas de construcción y de ebanistería, frutos y la mar de cosas útiles que se puedan extraer de los vegetales.

Si discurrimos por las riberas de los ríos, encontramos un variado surtido de peces de excelente calidad y pepitas aquí y acullá del dorado metal.

[…]

Teniendo tantas riquezas nuestra Común, no dudamos que quizás en un futuro no lejano habrá de venir su era de esplendor y de progreso».(2)

Conclusión

Además de haber sido un educador ejemplar y el fundador del periodismo en Jánico, Juan Antonio Collado debe ser considerado el primer hombre de letras nacido en ese histórico municipio, por lo que somos de opinión que las autoridades municipales de Jánico

y Tamboril, en una acción conjunta, asuman como un proyecto editorial la publicación en un volumen de toda la obra literaria dispersa e inédita (en prosa y en verso) del ilustre maestro.

Proponemos, para ello, la formación de una comisión editorial integrada por representantes de la comunidad tamborileña y por representantes de la comunidad janiquera. Para dar a la luz pública la obra sugerimos la realización de dos actos de puesta en circulación: uno en Tamboril y otro en Jánico. En ambos habría, lógicamente, una representación de la familia del Maestro Juan.

__________

(1) Inédito. Tomado de un cuaderno de Juan Antonio Collado conservado por su hija Icelsa Collado Halls, en el que el maestro escribió, con su puño y letra, varios textos poéticos que pensaba incluir en un poemario para el que ya había escrito la dedicatoria incluso. Aparece ahí el poema dedicado al poeta Tomás Hernández Franco y un canto a «La Villa de Jánico», que había sido publicado en el periódico Listín Diario, aunque no se indica la fecha.

(2) Aparece íntegro en: Miguel Collado. Jánico. Notas sobre su historia. Santo Domingo, Rep. Dom.: Editora Pavel, 1993. Págs. 224-225.

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