Opinión
¿Paz en Alaska? / Federico A. Jovine Rijo
Si Trump hubiera estado gobernando en los meses previos al inicio de la Guerra de Ucrania, probablemente no se hubiera dado, o, en todo caso, no hubiera seguido ese derrotero. La historia no se escribe de esa forma, es cierto, como también lo es que Biden y los europeos vieron en la guerra la oportunidad de ajustar cuentas con Moscú y de llevar a los rusos a un estatus de potencia asiática de segundo nivel
Por Federico A. Jovine Rijo
Aunque el acuerdo tripartito logrado por Trump el pasado viernes –entre Azerbaiyán, Armenia, con Washington de propiciador y garante– se vislumbra como un primer paso para el fin de un conflicto de más de tres décadas; no solucionar de manera definitiva el asunto de Nagorno‐Karabaj con el mismo nivel de contundencia con que queda establecida la “Ruta Trump para la Paz y Prosperidad Internacional”, deja bien claro cuáles son las prioridades.
En efecto, con el Grupo de Minsk desplazado; la construcción y control de una carretera en la frontera norte iraní; y el control, de facto, de los gaseoductos construidos –y por construir– a través de los cuales fluirá el gas azerí hacia Europa; la jugada de Trump ha sido maestra, y, de paso, logra una paz impensada semanas antes.
Con esta victoria, y con los europeos aplaudiendo a regañadientes, Trump se prepara para su supremo desafío: el cara a cara con Putin –en Alaska–, el próximo viernes. En el contexto del desmonte del orden económico de la postguerra, Trump tiene clara sus prioridades (“Make America Great Again”) y, frente a eso, lo demás es secundario. En esa lógica, todo es negociable, incluyendo Ucrania, desde luego.
Si Trump hubiera estado gobernando en los meses previos al inicio de la Guerra de Ucrania, probablemente no se hubiera dado, o, en todo caso, no hubiera seguido ese derrotero. La historia no se escribe de esa forma, es cierto, como también lo es que Biden y los europeos vieron en la guerra la oportunidad de ajustar cuentas con Moscú y de llevar a los rusos a un estatus de potencia asiática de segundo nivel.
Tres años después, la guerra está perdida. No porque Moscú haya ganado, sino porque no se han logrado los objetivos estratégicos de Occidente. Decir que Rusia no ha podido derrotar a Ucrania es obviar que la guerra es entre Rusia y la OTAN (con su control cuasi total del sistema financiero), y que Bruselas no ha podido doblegar a Moscú ni en lo militar ni en lo económico.
Persistir en el error es un error todavía mayor, y Trumplo sabe. Con el juego en tablas, las futuras nuevas fronteras delineadas y la situación militar deteriorándose, toca buscar la paz desde la lógica del pragmatismo y la sostenibilidad.
En ese espíritu, Trump espera cerrar un acuerdo con Putin sin importar lo que digan los europeos, ni mucho menos Zelenski. Un acuerdo de paz sobre Ucrania sin Ucrania no es descabellado cuando se ha hecho una guerra sobre la base de esfuerzos y suministros exteriores, no exclusivamente sobre las capacidades militares ucranianas; las cuales, más allá del valor y heroísmo de sus tropas, sin suministros, recursos e inteligencia norteamericana, no habrían aguantado dos semanas.
Después se todo, Ucrania está muy lejos de Beijing… así que no importa. ¿Y Zelenski y los liliputenses de Bruselas? Bien, gracias.