Opinión
Educación dominicana: Inversión sin transformación/ Mavelin Ramírez
Entre 1996 y 2024, el salario de los docentes de primaria se multiplicó por más de 14 veces, con un crecimiento real del 83.95 % en los últimos diez años
Por Mavelin Ramírez
En las últimas décadas, República Dominicana ha hecho importantes esfuerzos por dignificar la labor del maestro. Entre 1996 y 2024, el salario de los docentes de primaria se multiplicó por más de 14 veces, con un crecimiento real del 83.95 % en los últimos diez años. En secundaria, el aumento fue de un 51.65 %. Cifras que superan la inflación y que hablan de una voluntad política sostenida de invertir en el sistema educativo.
Pero hay una pregunta que ya no podemos seguir postergando: ¿por qué estos incrementos no se reflejan en el aprendizaje de nuestros estudiantes?
Esto no es solo un problema técnico o presupuestario; es una crisis estructural de gestión, visión y propósito. El aumento del salario del docente —justificado y merecido— no ha ido acompañado de una transformación profunda del modelo educativo. No se evalúa con rigor, no se premia el mérito, no se forma con enfoque de calidad y no se exige resultados con sentido de corresponsabilidad.
Se ha confundido inversión con impacto. Se han multiplicado los sueldos, pero no se ha multiplicado la exigencia, el acompañamiento ni la innovación en el aula.
¿A dónde está yendo ese dinero? Una parte, claramente, a mejorar condiciones de vida del maestro. Pero otra se disipa en estructuras administrativas que no impactan el aprendizaje, en jornadas extendidas sin contenido significativo, en una burocracia educativa que ha perdido conexión con el aula y con la realidad de los estudiantes dominicanos.
No se trata de culpar al maestro, sino de señalar la ausencia de una estrategia que convierta la inversión en progreso real. Porque pagar mejor sin formar mejor, sin supervisar mejor, sin motivar mejor, es condenarnos a repetir un ciclo estéril de gasto sin cambio.
La educación dominicana necesita mucho más que presupuesto. Necesita liderazgo, coraje, compromiso con el aprendizaje real y una reforma estructural del sistema. Un sistema donde se reconozca al maestro excelente, se acompañe al que necesita mejorar, y se exija a todos resultados claros, medibles y coherentes con el enorme esfuerzo financiero del país.
La verdadera dignificación del maestro no está solo en el monto de su salario, sino en el valor que la sociedad le atribuye como agente transformador, en las herramientas que se le da para ser mejor, y en los resultados que juntos logramos con cada estudiante que avanza, que piensa, que sueña y que aprende.
El dinero que se invierte en educación debe dolernos cuando no rinde fruto. Es momento de salir del letargo institucional y encender una verdadera revolución educativa, una que ponga al estudiante en el centro, al docente en movimiento, y a la sociedad entera en marcha hacia el futuro que merecemos.
La autora es Project Manager, Especialista en Gestión Humana, Desarrollo Organizacional y Direccionamiento Estratégico en la Gestión Empresarial, Docente Universitaria, Comunicadora.