“Tengo mucho miedo, por mí y por mi hija que aún no ha nacido”, dijo Rania, una habitante de Damasco embarazada de ocho meses.
“Intenté encontrar medicinas esta mañana, pero no pude”, contó a AFP, detallando que las farmacias ya habían cerrado.
“La situación no estaba así cuando salí esta mañana. Todo el mundo empezó a tener miedo de repente”, añadió.
Un líder de las fuerzas islamistas radicales que encabezan la rebelión, Hasan Abdel Ghani, afirmó que los combatientes se encontraban a menos de 20 kilómetros de la entrada sur de la ciudad.
El ministro del Interior, Mohamed al Rahmun, afirmó que un cordón de seguridad “muy fuerte” había sido desplegado para proteger la capital. El ejército, a su vez, anunció un refuerzo de sus líneas de defensa alrededor de la ciudad.
La ofensiva rebelde lanzada por islamistas radicales del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS) empezó el 27 de noviembre en el noroeste y se extendió en apenas diez días a grandes ciudades como Alepo, en el norte, y Hama.
Los habitantes de Damasco también se precipitaron para retirar dinero de los distribuidores y el centro de la ciudad estaba paralizada por los atascos.
Los relatos de los residentes coinciden en señalar el pánico que se apoderó de la ciudad. Tres de ellos, que rehusaron dar su nombre por razones de seguridad, contaron su búsqueda de comida y remedios en tiendas y farmacias que encontraban cerradas.
“Siria nos pertenece”
A la inquietud general se sumaron los rumores de que el
que apareció por última vez en público el domingo, había huido. La presidencia siria desmintió estos reportes.
Mohamed, un habitante de Damasco de 35 años, dijo a AFP que sentía “una mezcla de asombro, miedo y preocupación por el futuro”.
“Nada es comparable a lo que vivimos hoy. Creo que son días que pasarán a la historia”, declaró.
Las fuerzas de seguridad y el ejército se desplegaron en el barrio de Mezzeh, que alberga embajadas, oficinas de Naciones Unidas y de los servicios de seguridad.
En el suburbio de Jaramana, de mayoría drusa y cristiana, videos verificados por AFP mostraron a jóvenes gritando: “¡Siria nos pertenece. No pertenece a la familia Asad!”.
Bashar al Asad asumió el poder en el año 2000, sucediendo a su padre, que tenía las riendas del país desde 1971.
Estatuas de Asad padre e hijo fueron derribadas también en Hama, donde los rebeldes irrumpieron el jueves.
Las escenas recuerdan las manifestaciones masivas a favor de la democracia que conoció el país en 2011, antes del inicio de una guerra civil que desde entonces ya dejó más de medio millón de muertos.