Opinión
CHINA/CHINOS Y EXPANSION EN RD/ Oscar López Reyes
Oriundos y descendientes de ese país asiático han hecho historia en el regenteo de restaurantes, supermercados, lavanderías, panaderías, cabañas y moteles, pica-pollo y el Barrio Chino
(y II)
Por Oscar López Reyes
Sin relaciones diplomáticas, sin una agenda oficial bilateral ni un tratado de libre comercio, el intercambio de negocios entre China y la República Dominicana se ha enhebrado con una progresión vertiginosa, situándose ya como el segundo suplidor de las importaciones dominicanas, después de Estados Unidos.
Oriundos y descendientes de ese país asiático han hecho historia en el regenteo de restaurantes, supermercados, lavanderías, panaderías, cabañas y moteles, pica-pollo y el Barrio Chino. Y ahora los chinos no sólo aumentan sus inversiones en República Dominicana, sino que el gobierno de China junto a Estados Unidos se interesa apetitosamente por la geoestratégica bahía de Manzanillo, en Montecristi.
En 1862, durante la anexión a España, llegaron a la República Dominicana los primeros chinos, que fijaron sus miradas mayormente en la avenida Duarte de la capital, y luego en distintos pueblos, trabajando de sol a sol y sin dormir siesta, contrario a los españoles. Según refiere el historiador José Chez Checo en su obra La migración china en República Dominicana 1862-1961, unos 200 procedieron de Cuba, desde donde fueron expulsados por indeseables.
Nuevas olas migratorias se registraron en el curso de la intervención militar estadounidense (1916-1924), en 1937, en 1945, 1970 y en las primeras décadas del siglo XXI, para totalizar hoy más de 300 mil de origen chino residentes en la República Dominicana. Rebosan de leyendas y decires populares, como “Eso lo saben hasta los chinos de Bonao” y “Ese es un cuento chino”, “Las chinas”, relativas a las naranjas traídas de ese país oriental, y su patrimonio gastronómico: el chicharrón de pollo, el chofán (arroz frito) y el shopsuí (chop suey).
El empuje de la lengua mandarín ha sido vigoroso, desde mucho antes del establecimiento de relaciones diplomáticas, en 2018. En el 2016, las importaciones desde la República Popular China sumaron 2,216.2 millones de dólares y las exportaciones dominicanas hacia ese territorio asiático 107.9 millones de dólares. Ocho años después -2023- se duplicaron tanto los volúmenes monetarios de los productos enviados, que remontaron 4,631.4 millones de dólares, como los recibidos, que empequeñecen a 241.4 millones, arrojando una Balanza Comercial favorable para ella.
Desde China somos receptores de celulares fotovoltaicos, máquinas de procesamiento de datos, aparatos para televisores, automóviles de turismo, conservas de sardina, máquinas para lavar ropa, herbicidas, refrigeradores, instrumentos y aparatos de medicina, medios semiconductores sin grabar y otros de alta tecnología.
En ese vaivén, mandamos productos menestrales o artesanales: desperdicios y desechos (chatarras), tapones y tapas, papel o cartón para reciclar, llantas neumáticas, cauchos, contenedores, partes y accesorios de impresoras fotocopiadoras, partes de máquinas y aparatos mecánicos, manufacturas de hierro o acero, minerales de cobre, cueros y pieles, tabaco, ron y otros productos de caña de azúcar.
El presidente Luis Rodolfo Abinader Corona se ha administrado con precaución ante la ambiciosa mansión de China, y no ha dado aquiescencia a gigantescos proyectos infraestructurales. Su Gobierno sí ha suscrito más de 20 acuerdos en las esferas del turismo, economía, construcción, educación y cultura, con una inversión proyectada en unos 200 millones de dólares.
En una dinámica circunstancial y una hábil planificación de penetración de mercado, se expanden y ganan cuotas de participación en la plaza dominicana marcas chinas en las superficies esféricas de la digitalización, telecomunicaciones, dispositivos electrónicos e inteligencia artificial: smartphones, PC, tablets, wearables, dispositivos de banda ancha móvil y familiares.
Para muestra bastan seis botones: 1) Huawei, con dominio en redes de telecomunicaciones, tecnología de la información, inteligentes, soluciones de energía y servicios en la nube; 2) ZTE: distribución de teléfonos móviles;
3) Xiaomi: dedicada al desarrollo de dispositivos de seguridad electrónica; 4) Dahua Technology: fabricante y proveedor de productos y soluciones avanzadas de seguridad y videovigilancia inteligente; 5) Hikvisión: fabricante de cámaras y otros productos eléctricos y electrónicos, y 6) Marcas de vehículos, como Changan, JAC, Chana, Chevrolet (corporación de Estados Unidos con modelos fabricados en China), JMC, Bestune, Forland, Dongfeng, Baucm, Shineray, BYD, Jetour, Geeley, Yutong, entre otras.
La República Popular China le sacó las castañas del fuego a la República Dominicana durante la Covid-19. Contrario a Estados Unidos, en el momento más crítico de la pandemia le facilitó la venta de la imprescindible vacuna Sinovac y el fármaco Regen. También le donó 50 mil inoculaciones del laboratorio Sinopharm y 51 mil 200 jeringas para el Plan Nacional de Vacunación; equipos e insumos médicos, recursos financieros para contribuir con la función de los guardaparques, 30 millones de dólares para financiar proyectos de cooperación económica y técnica, y 148 vehículos militares y policiales. El Senado le reconoció ese gesto.
Pero, no siempre hijo de gata caza ratón. Miles de chinos residentes en República Dominicana parece que no han conocido los principios ético-morales de Mao Tse-Tung, Confucio, Deng Xiaoping y Xi Jinping. En una desmesurada competencia desleal, negocios de todos los géneros gestionados por chinos crecen desproporcionadamente en áreas estratégicas, irrespetando las leyes nacionales: un producto que comerciantes dominicanos venden por 8 mil pesos, ellos lo expenden por cinco mil.
Y ocurren porque no aceptan tarjetas de crédito, no emiten facturas con comprobante fiscal, no pagan a la Dirección de Impuestos Internos (DGII), tampoco a la Tesorería de la Seguridad Social (TSS), al Instituto de Formación Técnico Profesional (Infotep) y burlan a la Dirección General de Aduanas y el Código de Trabajo, que establece un 80% de la mano de obra dominicana y un 20% extranjera. Los chinos explotan, inmisericordemente, a haitianos y venezolanos.
Ahora, ¿cuál es la procedencia del capital de miles de tiendas de chinos? ¿Cuántos de ellos participan en operaciones de lavado de activos o blanqueo de dinero? ¿Cuáles miembros de esa colonia activan en el tráfico de seres humanos y en otras actividades criminales?
En esa cuenca, ¿sepultarán los chinos a los mayoristas y minoristas dominicanos?
Estamos seguros que la Comunidad Domínico-China, la Casa de China, el Centro de Colonia China, la Cámara de Comercio Domínico-Chino, la Asociación de Empresas Chinas en República Dominicana (ACchiRD), la Asociación de Amistad del Pueblo Chino con el Extranjero y la Asociación de Amistad Domínico-China justifican la proliferación de los productos “Made in China”, pero no sabemos si se atrevan a justificar los antes citados desafueros.
No cabe dudas de que la Federación Dominicana de Comerciantes (FDC) y otras asociaciones de empresarios no se cansarán de reclamar que los infractores sean supervisados/controlados, y enjuiciados/aprehendidos, para poner término al accionar del chivo sin ley, que viene de lejos.
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18 de febrero de 2024.