Opinión

La abuela haitiana de Trujillo/ Cassandro Fortuna

En mi breve caminata por aquel cementerio ocupé  mi tiempo en leer algunas lápidas. Una de ellas llamó, poderosamente, mi atención: Luisa Erciná Pina. “Es la abuela de Trujillo”, pensé

Por: Cassandro Fortuna M.A.

cassandrof@outlook.es

En esta entrega les hablaré un poquito sobre la abuela
haitiana de Trujillo, Luisa Erciná Chevalier.
Resulta que el otro día estuve en el cementerio de Ciudad Nueva, en la avenida Independencia, en la capital. Es el Camposanto más viejo de Santo Domingo. Más que eso, se le reconoce como el cementerio oficial más antiguo de la República Dominicana. Fue inaugurado un 29 de agosto de 1824, hace ya 192 años. Lo que quiere decir que se construyó durante la época de la ocupación haitiana, que se inició en 1822 y se prolongó hasta 1844.

Estar en un cementerio es una gran experiencia. A cualquiera se le pone la piel de gallina.Como cualquier lugar de ese tipo, cuando uno penetra al Camposanto, siente de inmediato una gran compasión y respeto por los muertos. Uno sabe que, más tarde o más temprano, ese será también su lugar para el descanso eterno (¡que duras palabras para un ser que está vivo!). Pero bueno, de verdad, sin melodrama, se deja uno llevar por aquel ambiente de recogimiento. Tumbas grises, cruces, árboles, flores, angelitos, columnas.

Una vista del cementerio Foto: Cassandro Fortuna

Yo caminaba distraídamente, mirando aquí y allá. Soy de San Juan de la Maguana. La mayoría de mis parientes fallecidos descansan en el cementerio de mi pueblo. No tenía nada que buscar allí. Quise entrar a este por pura curiosidad. Desde niño había pasado por su puerta y nunca había entrado. Tal vez por eso dicen que siempre hay una primera vez. Había pasado por aquel lugar durante 45  años  por lo menos, y nunca había entrado. En 1968, durante  mi adolescencia, hice el octavo curso en el liceo Paraguay, en Ciudad Nueva, y tenía que pasar por aquel lugar todos los días, de lunes a viernes.

En mi breve caminata por aquel cementerio ocupé  mi tiempo en leer algunas lápidas. Una de
ellas llamó, poderosamente, mi atención: Luisa Erciná Pina. “Es la abuela de Trujillo”, pensé. Y me pareció raro que su tumba estuviese completamente abandonada. Hay razones para ello. Pero en ese momento solo atiné a pensar en los prolongados años de gloria que tuvo la familia Trujillo, y a lo que había llegado. No quise filosofar al respecto ni hacer ninguna disquisición.

Tumba de la abuela de Trujillo. Foto: Cassandro Fortuna

Sí llamó mi atención que aquella lápida tuviera como texto: Luisa Erciná Pina. Ello así porque el nombre real de la abuela de Trujillo, madre de su mamá Altagracia Julia Molina Chevalier, era Luisa Erciná Chevalier. Entonces comencé a investigar.

Resulta que la abuela materna de Trujillo tuvo un primer matrimonio en 2 de agosto de  1865 con
Pedro Molina, de San Carlos, Santo Domingo. De esa boda  nació Altagracia Julia (que sería madre de Trujillo). Luego, en  27 de marzo de 1882 Luisa Erciná tuvo segunda nupcias. Esta vez con Juan Pablo Pina Rezon, de San Cristóbal, hijo del ilustre patricio-trinitario  Pedro Alejandrino
Pina.  De esa unión tuvo dos hijos: Plinio y Teódulo Pina Chevalier.

Luisa Erciná murió el 3 de septiembre de 1940. Fue inhumada en el mismo lugar del cementerio donde reposan los restos de los parientes fallecidos de su esposo, Juan Pablo Pina. De ahí que figure como Luisa Erciná Pina y no Luisa Erciná Chevalier.

SU ORIGEN HAITIANO

Luisa Erciná Chevalier era hija de la haitiana Juliette (Diyetta) Chevalier Moreau. Esta tuvo unos amores con el teniente haitiano Alexis Turrenne Carrié Basie, que se encontraba en nuestro territorio como parte de las tropas de ocupación que acompañaban a Jean Pierre Boyer. De esa relación informal nace la niña Luisa Erciná, que se considerará hija natural de Alexis
Turenne. En verdad, no se sabe  si nació aquí o en Haití; pero si está documentado que ambos padres eran haitianos.

La señora Luisa Erciná Chevalier fue reconocida como una gran profesora en San Cristóbal, inclusive fue elogiada por el insigne maestro Eugenio María de Hostos.

Como ya dijimos, su hija Altagracia Julia Molina Chevalier casó en San Cristóbal con José Trujillo Valdez. De esa unión nació Rafael Léonidas Trujillo Molina.

A su muerte, en 1940, en plena dictadura de su nieto, el tirano dispuso que la antigua calle La Gloria  llevara su nombre. A la caída de la tiranía esa calle fue renombrada con el nombre de la patriota independentista Juana Saltitopa.

El cementerio de la avenida Independencia, de la capital, fue cerrado en 1965, y declarado Patrimonio histórico en 1987. Posee una extensión de 16 mil metros cuadrados. Tiene 1,433 tumbas.

En un tiempo allí estuvieron los restos de Eugenio María de Hostos, así  como de los creadores del
Himno Nacional Dominicano, José Reyes y Emilio Prud’Homme. Actualmente recoge el despojo de dominicanos reconocidos como Pedro Francisco Bonó, Abelardo Rodríguez Urdaneta y Casimiro de Moya, entre muchos otros. De los tiempos actuales allí reposan los huesos de los combatientes constitucionalistas Jacques Viud Renaud (haitiano),  el comandante Pichirilo, y muchos más.

Por otra parte, sé que para muchos es una primicia saber que los restos de la abuela materna de Trujillo están en el cementerio de la avenida Independencia.

Caminar entre las tumbas de este cementerio es como hacer un recorrido por la historia. El que pueda, que lo haga.

Este artículo fue publicado originalmente en este periódico el  2 mayo 2016.
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El autor es Director de El Granero del Sur. com, abogado y periodista.
Tiene una Maestría en Derecho Internacional por el Instituto Europeo Campus Stellae de Santiago de Compostela, España. Es experto en asuntos dominico-haitianos.Ha escrito cinco libros. Ex catedrático por 15 años en la UCE. Impartió docencia también en la universidad O&M.
cassandrof@outlook.es

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