Opinión
Clientelismo y candidatos del bajo mundo/ Danilo Cruz Pichardo
Los clientes políticos demandan de logística, una forma de exigir dinero. Algunos son más francos y hablan de grasa
Por Danilo Cruz Pichardo
El populismo, entre varias definiciones, es una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares, ir hacia el pueblo. La creencia regular es tener una valoración negativa de ese concepto, el cual, casi siempre, está enlazado al clientelismo. El populismo, en consecuencia, se ha estigmatizado en el lenguaje político de la población.
El clientelismo, en cambio, conforme al diccionario, es un intercambio extraoficial de favores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones obtenidas a través de su función pública o de contacto relacionado con ella, a cambio de apoyo electoral. En pocas palabras: los sufragantes obtienen empleo, prebendas, bienes, servicios o dinero en efectivo a cambio de apoyo electoral.
Los clientes políticos demandan de logística, una forma de exigir dinero. Algunos son más francos y hablan de grasa.
Con la desaparición de las ideologías, en República Dominicana, las organizaciones políticas han cambiado al militante por el cliente. Y todos, casi todos, los que aspiran a puestos electivos forman estructuras a base de clientelismo, lo que afecta a millones de dominicanos y contraría el espíritu del Art. 22, numeral 1, de la Constitución de la República, el cual establece el derecho a elegir y ser elegible.
Mediante el clientelismo se perjudica a millares de jóvenes de ambos sexos, egresados de universidades y con deseo de aportar a la sociedad dominicana con su talento y vocación de servicio, pero la falta de recursos económicos les vulnera el derecho a aspirar a cargos electivos con perspectivas reales de ganar unas primarias y después un proceso eleccionario municipal o de una circunscripción específica. Esos dos comicios, uno interno y otro externo, conlleva una inversión millonaria.
Cuando el apoyo no está basado en convicciones ideológicas o éticas la política se convierte en un mercado y se prostituye. Es una vulgaridad observar con frecuencia la venta de alcaldes, concejales y diputados, adquisiciones que se resaltan como trofeo en los medios de comunicación social. Ediles y legisladores se venden con todo y paquete. El paquete vendría siendo los clientes que tienen detrás, que supuestamente se van donde diga su cabecilla o jefe.
Con la muerte física de los grandes líderes la política dominicana ha sufrido una especie de involución, atrofia o raquitismo. Es la razón por la cual nuestro Poder Legislativo cada vez es más mediocre, con la agravante del círculo vicioso, es decir, al ser los congresistas los que crean las leyes no hay la menor posibilidad de que esa situación cambie, pues se necesita reformar la Constitución de la República y hacer un poder unicameral, con integrantes limitados, así como modificar las leyes de Régimen Electoral y de Partidos Políticos, estableciendo depuración de los candidatos, tipificar de delito electoral al clientelismo, con su respectiva penalización judicial, entre otros aspectosencaminados al adecentamiento de la política nacional.
El clientelismo es una inmoralidad. Sin embargo, la gente del pueblo, con el conformismo que le caracteriza, que le lleva a opinar hasta en su contra, lo percibe de normal. Y los medios de comunicación social y muchos comunicadores tienen culpa de esa situación. Solo hay que escuchar el contenido de los comentarios de los que hacen periodismo en medios electrónicos y digitales, en provincias y municipios del país, resaltando candidatos vinculados, inclusive, al bajo mundo.
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