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Hospitales de Ucrania se llenan de víctimas
«Todo lo que ve aquí es consecuencia de la traición de la UE y la OTAN a Ucrania», dijo el director de uno de dichos centros de salud
A Natalia Gala, psicóloga del Hospital Pediátrico Regional de Zaporiyia, hay una situación recurrente que le supera. «Un niño muy pequeño que aún no sabe que su madre ha muerto y que la llama sin descanso. Mamá, mamá, mamá… Para nosotros es sobrecogedor. Desde que comenzó la guerra en 2014, solíamos vivir ese tipo de situaciones en el centro de forma ocasional, pero desde febrero de este año, ese tipo de casos se dan a diario».
En la planta baja del centro médico no se escuchan voces infantiles ni se ven pinturas de colores. Con las ventanas tapiadas con sacos terreros para evitar una lluvia de cristales en caso de ataque, la penumbra sobrecoge y simboliza el ambiente trágico de la clínica donde son ingresados los menores heridos en el salvaje asedio de Mariúpol y en las ofensivas de otras zonas vecinas, donde las tropas rusas ocupan localidades a sangre y fuego con el objetivo último de asegurar una franja de territorio que conecte el Donbass con Crimea.
El devastador resultado de la ambiciosa ofensiva militar, generalizada en todo el territorio, está creando una generación de niños marcada por la guerra y por la incomprensible pérdida de familiares a manos de un país que siempre fue considerado hermano. «Es muy difícil explicárselo a los niños, igual que nos resulta difícil de comprender a los adultos. Todos los niños ucranianos están quedando marcados en mayor o menor medida. Una colega me contaba el caso de una niña herida a la que su tía quería agasajar para distraerla. «¿Qué quieres?», insistía. «¿Chocolates, golosinas, juguetes?». La pequeña, entre lágrimas, contestó: «Quiero algo que tú no puedes darme, quiero paz».
En la cuarta planta, donde permanecen 10 pequeños con mutilaciones graves provenientes en su mayoría de Mariúpol, los psicólogos cuentan que por las noches los llantos se superponen componiendo una trágica sinfonía. «Los mayores están enfadados, odian a todo lo que les rodea. Los pequeños se aíslan metiéndose en su mundo interior. No van a ser felices a corto ni medio plazo, y hay que asumirlo», desgrana la especialista. El reto, insiste, es explicarles la situación. «Con los adolescentes es más fácil, somos muy honestos con ellos. En el caso de los pequeños, creamos una narrativa de buenos y malos, donde un niño inocente es atacado por un monstruo que, al final, es derrotado», explica Gala. El objetivo es darles esperanza ahora que sus vidas han cambiado radicalmente, ya sea porque han perdido a familiares directos, porque han quedado mutilados o porque están viviendo la experiencia más traumática de sus vidas.
Clínica improvisada
«Hace unos días, llegó un coche que había logrado superar los controles rusos, procedente de la localidad ocupada de Berdyansk», explica Lina, coordinadora de voluntarios en el supermercado al por mayor Metro, en el sur de Zaporiyia. «Todos los cristales venían rotos por una explosión, En la parte trasera, entre bultos y bolsas, viajaban dos niños pequeños. En el asiento delantero, una abuela de unos 80 años que se levantó con energía y salió diciendo: «No pasa nada, al menos estamos vivos. Aquí se respira libertad».
En la clínica improvisada en el hipermercado, una pediatra explica cómo los niños huyen de la invasión conmocionados. «Habitualmente los niños son niños, traviesos, juguetones, osados… Aquí llegan inertes, abatidos, silenciosos, no se comportan como niños. Nos llegó una niña de 9 años que no paró de llorar durante horas. Su madre nos contó que había presenciado la muerte de un familiar. Era inconsolable».
Los niños ingresados sufren amputaciones severas y aparatosos traumatismos que muchas veces son reconducidos en otros hospitales ucranianos o europeos. Al trauma físico se sobrepone «la incapacidad severa de adaptación a la normalidad. Cualquier ruido les sobrecoge», aduce Gala. «El tratamiento de estos niños puede llevar años. Es muy difícil, sobre todo cuando hay amputaciones y muerte de familiares, explicarles que algo así puede ocurrir a gente buena, inocente, que no ha hecho nada para merecerlo. Nos enfocamos en devolverles las ganas de vivir, la esperanza en el futuro, porque muchos la han perdido», prosigue. Para los adultos, incide la experta, es más fácil desarrollar técnicas psicológicas que les permitan rehacer sus vidas. En el caso de los más pequeños, nos concentramos en la intervención quirúrgica y la terapia posterior antes de volcarnos en la herida psicológica».
Heridos de gravedad
El 50% de los niños ingresados, explica el director del centro Yuri Borchenko, han sido gravemente heridos en Mariúpol mientras que la otra mitad proviene de las zonas ocupadas por las tropas del Kremlin en la región de Zaporiyia, donde el 80% del territorio ya está en manos rusas. «Todos presentan lesiones severas, amputaciones graves, metralla o disparos en sus cuerpos, también amputaciones producidas por bombas de racimo y minas. El caso más grave fue por una mina, provocando nueve fracturas al niño. Perdió ambos brazos y ambas piernas y tiene una herida grave en la cabeza». Otro de los casos más duros es el de un pequeño de seis años que huía de su familia desde Mariúpol rumbo a Berdyansk cuando el puente que cruzaban fue volado por una explosión. «Su madre murió en el acto y él quedó gravemente herido».
«No se trata de enviarlo a Europa para que le salven, sino de que Europa nos ayude a salvar a los siguientes», profiere Borchenko. La frustración del personal médico es notable. Por un lado, luchan contra la incapacidad de atender a un enorme número de víctimas atrapadas tras las líneas rusas. «En situación normal, el centro estaría lleno de pacientes, pero dado que los ocupantes no permiten a muchos heridos salir de sus localidades, no pueden llegar a nuestra clínica», continúa. Ahora hay ingresados 54 pacientes, de los cuales sólo una decena ha sido heridos durante los combates. Por otro lado, la contradicción entre el aluvión de solidaridad y el avance de la sangrienta campaña rusa sobrecoge a los médicos que imploran una acción que ponga fin al conflicto.
«Todo lo que ve aquí es consecuencia de la traición de la UE y la OTAN a Ucrania», enfatiza el director. «Si se hubiera actuado cuando Putin dio un ultimátum a la OTAN, todos estos niños no estarían mutilados». Burchenko no quiere más medios, sino determinación política. «No es que esté decepcionado, es que odio a Occidente. Nuestro país está siendo destruido, hay miles de muertos, millones de personas han quedado sin hogar. ¿Y qué hace Occidente? ¿Enviarnos mantas y pañales? Dejen de enviarnos mantas para tapar a nuestros muertos, porque no es ético».
«No se trata de enviarlo a Europa para que le salven, sino de que Europa nos ayude a salvar a los siguientes», profiere Borchenko. La frustración del personal médico es notable. Por un lado, luchan contra la incapacidad de atender a un enorme número de víctimas atrapadas tras las líneas rusas. «En situación normal, el centro estaría lleno de pacientes, pero dado que los ocupantes no permiten a muchos heridos salir de sus localidades, no pueden llegar a nuestra clínica», continúa. Ahora hay ingresados 54 pacientes, de los cuales sólo una decena ha sido heridos durante los combates. Por otro lado, la contradicción entre el aluvión de solidaridad y el avance de la sangrienta campaña rusa sobrecoge a los médicos que imploran una acción que ponga fin al conflicto.
«Todo lo que ve aquí es consecuencia de la traición de la UE y la OTAN a Ucrania», enfatiza el director. «Si se hubiera actuado cuando Putin dio un ultimátum a la OTAN, todos estos niños no estarían mutilados». Burchenko no quiere más medios, sino determinación política. «No es que esté decepcionado, es que odio a Occidente. Nuestro país está siendo destruido, hay miles de muertos, millones de personas han quedado sin hogar. ¿Y qué hace Occidente? ¿Enviarnos mantas y pañales? Dejen de enviarnos mantas para tapar a nuestros muertos, porque no es ético».
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