Opinión

Vivimos la época de la vulgaridad y de lo obsceno / Alfredo Cruz Polanco

Muchos de nuestros jóvenes creen que para poder trascender exitosamente, conseguir fama a nivel internacional y fortuna rápida es obligatorio practicar los antivalores

Por alfredocruzpolanco

alfredocruzpolanco@gmail.com

 Nuestra sociedad y por consiguiente, nuestras familias están siendo afectadas y sacudidas por una gran descomposición moral, crisis de valores éticos y espirituales, debido a que en una gran parte de la población, sobretodo, de nuestra juventud, predomina una gran degradación, que se manifiesta en lo: inmoral, vulgar, obsceno, soez y prosaico. Una herramienta tecnológica que está contribuyendo en gran medida a esos antivalores es el mal uso que se le viene dando a las redes sociales, sin que nuestras autoridades pongan freno o límites al uso de las mismas.

Salvo ligeras excepciones, es vergonzoso, decepcionante y degradante observar la gran acogida que tienen ciertos espectáculos de la llamada música urbana, del reguetón y de otros géneros musicales ajenos a nuestra cultura, por la vulgaridad de sus intérpretes, de sus atuendos, por el contenido de las letras y por los mensajes nocivos de sus interpretaciones para nuestros jóvenes, sin que ningún organismo oficial o autoridad competente le ponga coto a los mismos. Desgraciadamente son muchos los padres que acompañan a sus hijos a dichos espectáculos, contribuyendo a su propia degeneración y degradación moral.

Muchos de nuestros jóvenes creen que para poder trascender exitosamente, conseguir fama a nivel internacional y fortuna rápida es obligatorio practicar los antivalores, lo inmoral, lo prohibido, lo vulgar, malsano y perverso; profanando, irrespetando y violentando los lugares patrióticos y sagrados, los valores y los símbolos patrios, para tatar de ser virales en las redes sociales, sin que se les aplique un régimen de consecuencia. Los falsos paradigmas o modelos que tratan de emular y profesar son figuras descarriadas, descalificadas moralmente, que responden a los intereses del bajo mundo. Lamentablemente, no tratan de emular a los grandes y sanos exponentes de nuestra cultura, música, deporte y las bellas artes, quienes, para orgullo nuestro, han puesto muy en alto el nombre de nuestro país en playas extranjeras.

Estos patrones culturales importados, influyen negativamente sobre gran parte de nuestros jóvenes a través de esos géneros musicales, pues muchos de ellos, fruto de su escasa formación, no están en capacidad de discernir entre lo que es bueno y lo que es malo, siendo provocados por estos mensajes alienantes y morbosos sobre la práctica del sexo aberrante, fortunas, drogas, vida fácil sin un mínimo esfuerzo. Escogen el camino equivocado de los vicios, la degeneración y terminan cometiendo actos delincuenciales y cuestionables que los lleva a la perdición. El ejemplo más reciente lo encontramos en el bochornoso desorden mayúsculo ocurrido en la zona colonial, principal centro turístico de la ciudad capital, el cual causó un gran reproche, indignación y desaliento a sus moradores. Desgraciadamente las autoridades responsables brillaron por su ausencia en este abominable y desagradable acontecimiento.

Nuestro sistema educativo no contempla ni muestra ninguna preocupación por poner en práctica un programa en nuestras escuelas públicas y colegios privados para contrarrestar y disminuir esta gran inversión de valores que viene carcomiendo nuestra juventud. Por el contrario, las cosas positivas que aportaron tan buenos resultados en el otrora sistema educativo, como la moral y cívica, la lectura comprensiva, la expresión oral, las bellas artes, la composición y la narrativa, entre otras, han sido erradicadas. De ahí la pésima valoración obtenida por nuestros estudiantes que son sometidos al Programa Internacional de Evaluación (PISA), ocupando siempre los últimos lugares de los países del área. Ojala se le pueda encontrar una solución a este cáncer social, el cual ya está haciendo metástasis en la sociedad.

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El autor es Contador Público Autorizado y

Master en Relaciones Internacionales

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