Mi experiencia de un mal momento / Cassandro Fortuna

Por Cassandro Fortuna

EL 11 de septiembre del 2001 estaba en la ciudad de Nueva York. Me encontraba  en el Bronx, en un edificio de 17 plantas en la calle 225 y Broadway. Tenía poco más de media hora que me había dado un baño y mientra me vestía miraba, distraídamente, la televisión.

De pronto apareció una noticia de último minuto. El notciero comenzó a pasar varias escenas en donde se podía observa un avión incrustado en lo más alto de una de las torres gemelas ubicadas en el corazón de Mahattan. La estación transmitía en vivo los pormenores. En tanto los periodistas reportaban que se trataba de un caso  muy raro que un avión se estrellara en contra de un “big building”.

“¿Cómo pudo ocurrir una cosa así?”, se preguntaba todo Nueva York. Era, realmente, la gran e impresionante noticia del momento.

Yo estaba totalmente consternado. Se trata de uno de esos episodios en los cuales la realidad sobrepasa la imaginación.

La ciudad no salía del shock colectivo que la embargaba cuando, de pronto, se observó que muy pocos minutos después otro avión se acercaba a la otra torre y también se estrelló en ella. De pronto cambió todo el paradigma. Cambió la percepción de lo ocurrido. No se trataba de un accidente aéreo: Nueva York estaba bajo ataque.

Entonces los comentaristas de TV cambiaron sus comentarios para indicar que la ciudad de los rascacielos estaba bojo fuego terrorista. Las torres ardían, la gente huía de Manhattan mientras por la TV se podía ver como las personas que estaban en lo más altp de las torres en llamas se lanzaban hasta el pavimento donde se estrellaban y morían de una forma espantosa. Poco después la primera torre se derrumbó como un castillo de arena, y escasos minutos más tarde ocurrió lo mismo con la segunda. Fue algo catastrófico solo visto en películas de ficción.

Entonces me paré en una de las ventanas (yo vivía en el piso 7) y miré hacia abajo y observé que en la calle Broadway había un enorme tapón de vehículos, la gente, además, se salía de estos y los dejaba abandonados en la vía pública mientra escasos policías trataban, inútilmente, de mantener el orden. Había un pánico generalizado.. El miedo se justificaba pues los talibanes de Afganistán amenazaban con nuevas acciones terroristas en aquella ciudad y nadie sabia por donde sería el próximo golpe.

Así que me vestí lo más pronto que pude y salí a la calle. Aquello era un infierno. La gente me pasaba por el lado como si fueran una manada de ganado corriendo despavorido. Algunos lloraban y otros hasta tenían el rostro descompuesto debido al terror. Estaba yo en Nueva York en una fecha donde acababa de  pasar uno de los eventos más impresionantes ocurridos en Estados Unidos.

Nada se podía hacer. Así que caminé dos esquinas, hasta las oficinas de un primo materno. Allí comenzamos a hablar de lo que había pasado.Estuvimos  hablando “horas muertas” de lo mismo. Y nadie se cansaba.

Como nota curiosa comento que allí había una persona que no sabía nada, en absoluto, de lo que había pasado. Yo no podía creerlo. ¿Como era eso posible?

Yo estaba en  Nueva York el 11 de septiembre del 2001. Como se habrá notado fue un día inolvidable para mí. Estaba a 15 minutos de las Torres Gemelas. Ese día murieron miles de personas inocentes. La venganza terrorista se había cobrado la vida de más de tres mil hombres y mujeres indefensos. Nunca lo olvidaré.

El autor es Director de El Granero del Sur

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