Arte, Ciencia y Literatura

El emocionante día a día con un búho real cautiva a miles de seguidores

Uno de los tres pollos nacidos en el castillo de Konigstein, en Alemania, sigue recibiendo los cuidados de la madre, descubre qué ha sido de sus hermanos

Un nido de búho real (Bubo bubo) instalado en una cavidad de las paredes del castillo de Konigstein, en las inmediaciones de la ciudad alemana de Frankfurt, se ha convertido en la nueva gran atracción para los seguidores de las webcam que disfrutan con la observación de la naturaleza en directo en estos días de confinamiento.

Con sus más de 70 cm de longitud y casi dos metros de envergadura (la distancia de punta a punta del ala), el búho real es la rapaz nocturna más grande de Europa y una de las aves más espectaculares de todo el planeta.

Su plumaje de tonos leonados, con el pecho crema densamente manchado de castaño, le permite mimetizarse en la pared de pizarra de la fortaleza, de no ser por los amplios penachos faciales que destacan en su cabeza y sus prominentes ojos de un vivo color anaranjado.

La hembra del nido de Konigstein puso tres huevos que estuvo incubando pacientemente durante un mes hasta su eclosión. Tras nacer los pollos, el ritmo de cebas se sucedía a buen ritmo, con ardorosas disputas por parte de los hermanos para llevarse la mejor parte.

Tanto es así, que en la madrugada del sábado de Pascua, mientras se intentaban alimentar, dos de los tres pollos se precipitaron al vacío desde la alta cavidad con forma de nicho donde está ubicado el nido.

Uno de los dos pollos murió en el acto, mientras que el otro pudo ser rescatado por el equipo de vigilancia que sigue la webcam. Una vez examinado, y tras comprobar que no presentaba ninguna lesión severa, el superviviente fue devuelto al nido durante una de las ausencias del adulto.

Sin embargo, al cabo de unas horas este temerario pollo volvió a saltar al vacío, cayendo esta vez de manera mucho más suave sobre la mullida paja que, en previsión del acontecimiento, los naturalistas habían situado bajo el nido.

Lo cierto es que algunos pollos volantones de esta rapaz nocturna suelen abandonar el nido antes de completar el desarrollo completo de su plumaje (cosa que ocurre a los dos meses de nacer) y dominar perfectamente el vuelo. En ese caso se quedan por los alrededores y siguen recibiendo las cebas de sus progenitores.

Pero como se puede comprobar en las imágenes de la webcam correspondientes a la noche de autos (la del pasado 11 de abril), el pollo en cuestión estaba cubierto básicamente por pelusa por lo que no tenía ninguna posibilidad de volar. ¿Por qué volvió a saltar entonces tras la experiencia en la que perdió la vida su hermano? Es algo a lo que no se encuentra explicación.

Sea como sea lo cierto es que todas las esperanzas de que esta pollada acabe bien están depositadas ahora en el único pollo que queda en el nido y al que podemos ver en el regazo de la madre, mientras esta descansa.

Por cierto, una última curiosidad. Como podrán comprobar en las imágenes, entre los aportes de la pareja de adultos para alimentar a los pollos, aparece al fondo del nido y a mano derecha, nada más y nada menos que un erizo.

Consultando mis cuadernos de campo he podido confirmar que a principios de los años ochenta hallé una egagrópila de esta especie (las egagrópilas son el amasijo de pelo, plumas y otros restos de las presas que algunas aves expulsan tras su digestión) a los pies de una peña del Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega, en el actual Parque Natural de las Hoces del Riaza.

Recuerdo que en aquel momento, al hallar las afiladas púas del erizo mezcladas entre los restos de aquella egagrópila, unas púas que el pequeño insectívoro “eriza” al sentirse atacado para convertirse en una inexpugnable bola de alfileres de peligroso bocado, sentí un escalofrío. El mismo que he sentido estos días al ver de nuevo sus restos en el nido.

No cabe duda que el búho real es una de las rapaces más evolucionadas y mejor equipadas de la fauna europea, hasta el punto de ser capaz de abalanzarse sobre un erizo y, pese a la madeja de espinas con la que éste se defiende, no solo alimentarse de él sino prensarlo con sus garras (¡a saber cómo!) y transportarlo en vuelo hasta el nido para desmenuzarlo y dárselo de comer a sus pollos.

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