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Dan a conocer perspectivas del desarrollo ecoturístico de Ocoa

Quienes visitan este histórico lugar, generalmente regresan y traen consigo más compañía. Es la referencia personal, la publicidad verbal, la que más ha calado en la gente; emulando el tiempo de juglares y trovadores, que servían como portavoces callejeros de bellezas y pasiones en Europa, desde finales del siglo XI

ULISES ALCÁNTARA MARTÍNEZ 

San José de Ocoa, RD

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San José de Ocoa, provincia enclavada en la exuberante cordillera Central, ha sido objeto de múltiples elogios y predicciones halagüeñas sobre su futuro desarrollo ecoturístico. Quienes visitan este histórico lugar, generalmente regresan y traen consigo más compañía. Es la referencia personal, la publicidad verbal, la que más ha calado en la gente; emulando el tiempo de juglares y trovadores, que servían como portavoces callejeros de bellezas y pasiones en Europa, desde finales del siglo XI. Los promotores de Ocoa, al sentirse agraciados con su visita, destacan el clima, la belleza de sus montañas, la riqueza de sus recursos naturales y, en grado superlativo, el calor de la gente.

En un país como el nuestro, que ya alcanzó los 10 millones de visitantes internacionales en el año 2023, lo ideal es que cada elemento que pueda aportar atractivos e interés para los turistas externos sea apropiadamente utilizado. En este caso, San José de Ocoa ha sido enmarcada dentro de las provincias ecoturísticas y en más de una ocasión se ha anunciado el esperado despegue de dicha actividad. La ocasión más reciente fue la visita del ministro de Turismo, David Collado, quien lo hizo para inaugurar el parque del Distrito Municipal El Pinar. A pesar de las buenas intenciones, los trabajos institucionales, los aportes estatales y de algunas inversiones realizadas por emprendedores locales, el ecoturismo no termina de despegar. ¿Qué está faltando?

Un poco de historia

El término ecoturismo es atribuido al Arq. Héctor Ceballos-Lascurain, profesional dedicado al fomento de la sostenibilidad en el desarrollo de la denominada industria sin chimeneas. La mexicana Universidad del Medio Ambiente (UMA) sostiene que Ceballos inventó este término en 1981, el cual fue posteriormente adoptado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 1996. Independientemente de la parte conceptual, las prácticas de un turismo sostenible han sido reclamadas por conservacionistas, protectores del medio ambiente y gente común que han visualizado la necesidad de incorporar costumbres de conservación dentro del turismo convencional, una industria que no detiene su ritmo de crecimiento ante una población mundial cada vez más ávida de descanso, sana diversión y recreación.

En el caso de San José de Ocoa, la década de los años 90 fue el escenario del surgimiento del interés por el desarrollo del ecoturismo, incentivado por la constante visita de grupos extranjeros, sobre todo canadienses, que llegaban a hacer trabajos comunitarios de la mano del legendario padre Luis Quinn. De estos grupos surgieron las primeras sugerencias de aprovechar los recursos naturales y culturales para incentivar el turismo y, al mismo tiempo, revalorizar la conservación, en una provincia con la condición dual de ser exportadora visual de bellos paisajes, pero víctima de la incesante depredación de sus recursos naturales. Una depredación motivada a veces por la supervivencia misma de pobres comunitarios, los de la leña y el carbón; los de la agricultura nómada y furtiva. Pero la mayoría de las veces motivada por la ilimitada ambición de los poseedores de latifundios. Es un lamentable titular recurrente, el relativo a la destrucción de la capa vegetal y el uso abusivo de las aguas públicas para beneficio exclusivamente privado. Históricamente, las evasivas de las autoridades no podrían ser más obvias.

Desde las primeras reuniones de incentivo al desarrollo ecoturístico han pasado aproximadamente 30 años y, aunque los amantes del desarrollo sostenible pueden cantar pequeñas victorias, el concepto sigue sin desarrollarse en su justa dimensión. A pesar de que hoy Ocoa posee un inventario turístico visible y atractivo para visitantes de muy corto plazo, sigue necesitando el impulso para que se desarrolle una actividad ecoturística que pueda competir con los grandes destinos y, por ende, contribuir con la inyección pertinente de turistas. Aunque los destinos ecoturísticos no se conciben como espacios de visitas masivas, lo cual atentaría contra el concepto mismo de “limitada capacidad de carga”, sí se visualizan como destinos para despertar el suficiente interés y las consecuentes visitas, generando así recursos económicos destinados a los pueblos visitados.

A propósito de este concepto es pertinente, para los interesados en esta actividad, pasar revista a los principios fundamentales del ecoturismo, según divulga la Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES). Originalmente son 7, agregándose en versiones posteriores un octavo. Aunque en la traducción al español de las fuentes consultadas se percibe diversidad, básicamente se promueve lo siguiente:

– Minimizar los impactos negativos para el medio ambiente y para la comunidad (incluidas las construcciones necesarias).

– Promover respeto y conciencia, tanto ambiental como cultural.

– Desarrollar experiencias positivas, tanto para pobladores como para visitantes.

– Producir beneficios económicos que sean utilizados para la conservación medioambiental del sitio visitado.

– Garantizar a los comunitarios la obtención de recursos económicos y la participación en las decisiones.

– Promover la sensibilidad hacia el clima, tanto político como ambiental y social, de los lugares que se visitan.

– Apoyar tanto los derechos humanos como las leyes y normativas laborales del lugar visitado.

Uno de los grandes problemas que puede enfrentar el ecoturismo es la ignorancia de la implicación de los principios y la concepción de algunos emprendedores de estar frente a una iniciativa para su exclusivo enriquecimiento personal. Es decir, ver el ecoturismo como una fuente más de lucro en detrimento de su concepto original. Esto violenta de manera tajante la esencia de la actividad, la cual, apropiadamente ejercida, se convierte en una efectiva vía de generación de supervivencia y a veces de desarrollo para muchos pueblos del mundo.

Siempre viene a colación la selva Lacandona, en Chiapas, México. Esta ha sido escenario de la lucha por los derechos de los pueblos indígenas y simboliza el llamado a la redención. Defensores de millones de aborígenes esparcidos en las tierras mexicanas, los lacandones lograron convertir su estilo de vida en un importante atractivo para los amantes del ecoturismo en su expresión más pura. Cultura y naturaleza se unen en una danza multicolor y encantadora, que fomenta la desconexión de un mundo contaminado y cabalgante hacia el apocalipsis medioambiental.

En la República Dominicana tenemos entornos ecoamigables que también pueden servir de referencia, emergiendo Jarabacoa como cuna de exquisitos emprendimientos de esta naturaleza, junto a proyectos de aventuras y de tendencias vecinas. Se destaca también la actividad ecoturística en Constanza, llegando a plantearse un interesante proyecto para la conformación del denominado Corredor Serrano, compartido entre Jarabacoa, Constanza y San José de Ocoa. Pero los planes, aunque avanzados, arribaron a un punto muerto.

Turismo de la casa

Si oteamos en su etimología, el prefijo eco proviene de oikos, palabra griega para denominar el hogar o la casa. Hablamos, pues, del turismo de la casa, de las tradiciones, el que sale de las mismas entrañas de la tierra que habitamos. No está limitado por el diseño de una gran cadena hotelera o de un consorcio turístico; es tan rico en creatividad como la vida misma. Este tipo de turismo es el que ha logrado superar el aporte de 1,500 millones de dólares anuales a Costa Rica, con un crecimiento que ha merodeado el 50 % en años recientes, según publicaciones de la nación tica. Mientras más del 50 % de los turistas visitan algún proyecto ecoturístico, los hermosos y bien cuidados parques nacionales son los principales responsables de la generación de cuantiosos recursos económicos. Es decir que, en Costa Rica, la conservación celosa de los recursos naturales es un buen negocio nacional.

Estos datos, más que aportes académicos, los presentamos para buscar respuesta a la pregunta que esbozamos en el párrafo inicial: ¿Qué está faltando? Sin ir en detrimento de los importantes logros comunitarios ni los vistosos proyectos de turismo existentes en la provincia, no todos responden al concepto genuino y sostenible del ecoturismo. El término se ha torcido y a veces se confunde con turismo de aventuras; disciplinas hermanas, pero con diferentes cualidades. La oferta sigue sin encontrarse con la demanda de amantes del ecoturismo auténtico, sostenible y sin artificios. Por esto es importante, al tiempo de continuar con los proyectos en desarrollo, retomar en algún punto las intenciones de fomentar un turismo ecológico ajustado a los orígenes del término y a las intenciones conservacionistas, amantes de lo natural e inofensivas para los recursos que nos brinda la Madre Tierra. Esto, bien proyectado, atraerá más turistas amantes de lo ecológico, quienes se sumarían al creciente número de visitantes que disfrutan de las vistosas iniciativas turísticas existentes.

La confusión persistente y muchas veces incentivada por el interés comercial, hace que, a lo interno, los comunitarios confundan esta vertiente del turismo sostenible con opciones inseguras y a veces criminales contra el medio ambiente. Hemos visto popularizarse en el país la irracional práctica de convertir nuestros ríos en tabernas, donde la gente coloca mesas y sillas plásticas dentro del río y rinde un culto constante a Baco, entre perreo, vasos plásticos y destrucción de ecosistemas acuáticos. Resulta más bárbaro todavía, cuando algunas autoridades se ufanan de esos “logros comunitarios” y anuncian que con esas prácticas se está desarrollando el ecoturismo en la zona. Como nota al margen señalamos que esa recurrente aberración ya ha cobrado víctimas inocentes, atrapadas por las feroces aguas de nuestros ríos, los cuales no están sujetos a los caprichos humanos. El caso más reciente lo conocimos en los medios de comunicación, cuando el denominado río Fula creció repentinamente y segó la vida de valiosas personas.

¿Qué ofrecer?

Ninguna actividad que violente el medio ambiente o ponga en riesgo la integridad física de la gente califica para ser parte del turismo ecológico. Esta afirmación es categórica, definitiva; y no admite discusión alguna.

Tomada de Listindiario

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