Arte, Ciencia y Literatura
¿Cómo se llega a ser un genio? El caso de Isaac Newton
Isaac Newton transformó nuestra visión del cosmos hasta que Albert Einstein la reemplazó a principios del siglo XX
Isaac Newton transformó nuestra visión del cosmos. Aclaró las leyes que rigen cómo se mueven las cosas, y proporcionó una teoría de la gravedad que persistió sin cuestionar hasta que Albert Einstein la reemplazó a principios del siglo XX.
El relato de cómo Newton ideó su teoría gravitacional es uno de las más familiares en la historia de la ciencia.
Empieza en 1665. Newton había estado estudiando desde hacía 4 años en la Universidad de Cambridge cuando la Gran Peste llegó a sus puertas, y se vio obligado a retirarse al relativo aislamiento de la casa de la familia en Woolsthorpe, Inglaterra.
Allá tuvo tiempo para reflexionar tranquilamente y experimentó su annus mirabilis, en el que descubrió la idea clave de su teoría de la gravedad.
Newton mismo describió:
“A principios del año 1665 (…) comencé a pensar en la gravedad que se extendía hasta el orbe de la Luna y … deduje que las fuerzas que mantienen a los planetas en sus orbes deben ser recíprocamente como los cuadrados de sus distancias desde los centros alrededor de los cuales giran (…)
“Todo esto fue en los dos años de la peste de 1665-1666. Porque en aquellos días estaba en la flor de mi edad para la invención y pensaba en Matemáticas y Filosofía más que nunca”.
El lado oscuro del genio Isaac Newton
La manzana y la Luna
Años después, cuando ya era un hombre mayor, Newton le contó a su amigo y biógrafo, John Conduitt, el esposo de su sobrina, exactamente cómo surgieron esas ideas.
Le dijo que, mientras reflexionaba en el jardín en esa época, vio caer una manzana de un árbol bajo la fuerza de la gravedad, y se preguntó si el poder de esta fuerza podría extenderse mucho más de lo que la mayoría de la gente pensaba.
“¿Por qué no tan alto como la Luna? Quizás eso es lo que mantiene a la Luna en su órbita”.
Fue un clásico ‘momento eureka’.
¿Absurdo?
Hoy en día, los historiadores de la ciencia no creen en historias de “momentos eureka“.
La idea de que la ciencia progresa a través de cegadores destellos de visión ha sido reemplazada principalmente por una versión más sobria en la que el conocimiento llega lentamente, a través de trabajo duro, pistas falsas e ideas fallidas.
Incluso para el biógrafo moderno de Newton, Richard Westfall, es absurdo imaginar que él simplemente tenía toda la teoría en su cabeza desde el momento en que cayó la manzana hasta que la puso en papel.
Esa historia, para Westfall, convierte la gravitación en una mera idea brillante, y una sola idea, por brillante que sea, no puede revolucionar la ciencia.
Ahora se sabe que, después de 1665, Newton pasó años de lucha y confusión antes de finalmente entender cómo funcionaba la gravedad.
Ocultan genialidades
“El problema con las historias ‘eureka‘ es que comprimen décadas de trabajo en un sólo momento”, señala la historiadora de ciencia Anna Marie Roos de la Universidad de Lincoln.
Además, dice, a menudo esconden la verdadera genialidad de los científicos.
En este caso, por ejemplo, la caída de una manzana por sí sola no puede explicar la órbita de la Luna.
Para entenderla tuvo que tener en cuenta otra fuerza que ya había sido formulada anteriormente: la de la inercia.
Básicamente dice que un cuerpo no puede cambiar por sí solo su estado inicial, ya sea en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme.
Lo que Newton dedujo fue que tenía que haber otra fuerza además de la inercia actuando sobre la Luna pues, de no ser así, ésta habría salido disparada en línea recta hace mucho tiempo.
“Entonces tienes: una ley que aplica en todo el Universo, la de la inercia, y la caída de una manzana, que lo lleva a la gravedad”.
Es la combinación de esas dos fuerzas la que la mantiene a la Luna en órbita, sin salir disparada ni -como la manzana- estrellarse contra la Tierra.
“Y esa es una característica típica de genios: unir ideas dispares.
“Esa habilidad de tomar sucesos mundanos, observarlos y expandirlos a algo más profundo es lo que les hace geniales”, subraya Roos.
Entonces… ¿será que debemos desestimar todos esos románticos “momentos eureka“ y desechar esas visiones de científicos bailando de la emoción tras descubrir algo que estuvo por tanto tiempo oculto?
Quizás…
El “momento eureka” se remonta a Arquímedes, quien presuntamente saltó desnudo de su tina en Siracusa en el siglo III a.C. cuando entendió que un cuerpo no puede ocupar simultáneamente el lugar del otro sin desplazarlo.
Eureka” se traduce más o menos como “lo he encontrado”, y aparece una y otra vez en las historias populares de la ciencia.
Se dice que Louis Pasteur, por ejemplo, salió bailando tras entender de repente en 1848 cómo las moléculas idénticas podían existir como imágenes espejo (o versiones “zurdas” y “diestras”).
Una imagen similar es la de Francis Crick y James Watson -quienes descubrieron la estructura del ADN- irrumpiendo en el pub Eagle en Cambridge en 1953 exclamando “¡Hemos descubierto el secreto de la vida!”.
Estas historias, como las de Newton, generalmente comienzan con un relato de testigos presenciales, a veces de los propios científicos. Pero, con frecuencia, colapsan bajo escrutinio.
Además, la idea de que los científicos de repente tienen un destello en el que todo se aclara disimula convenientemente el hecho de que tenemos no comprendemos muy bien cómo surgen nuevas ideas.
A pesar de eso, nos sigue gustando el “momento eureka”.
No son ficción
Mi escepticismo se atenuó hace 4 años cuando estuve en el alma mater de Isaac Newton, la Universidad de Cambridge, hablando con un grupo de físicos sobre cómo tenían sus ideas.
Algunos de ellos explicaron que el “momento eureka“no era pura ficción: varios tenían ejemplos de ideas que realmente se les habían ocurrido repentinamente, que habían salido de la nada y que de inmediato supieron que serían correctas.
Uno de ellos fue Tom McLeish, de la Universidad de York, quien más tarde escribió un libro sobre de dónde viene y cómo llega la creatividad en la ciencia y el arte… y quien experimentó un “momento eureka” cuando trabajaba con un colega.
“Habíamos estado trabajando en una teoría sobre cadenas de moléculas en el caucho junto con unos colegas alemanes y ellos habían observado unos patrones extraños que ninguno podíamos entender.
“Un día, después de esforzarnos por encontrar explicaciones durante semanas, habíamos terminado otra discusión sobre el tema en mi oficina sin lograr nada y mi colega se estaba yendo.
“Él estaba cruzando la puerta y se volteó, justo antes de que yo dijera ‘adiós’. Nos miramos y ambos dijimos: ‘¡extremos colgantes!’ y, dentro de nuestras mentes, al mismo tiempo y aunque no habíamos discutido esa solución antes, saltó esa noción que sabíamos era la correcta.
“Por supuesto que después pasamos un par de días haciendo los cálculos matemáticos, y comprobamos que teníamos razón”.
Entre lo que es y lo que será
Para su libro, McLeish habló con muchos científicos sobre sus “momentos eureka” y, según le dijo a la BBC, empezó a emerger un patrón.
“Ocurrían en los que yo llamo ‘momentos liminales’ (del latín limes “límite” o “frontera”).
“Son los ‘momentos umbral’, cuando se está pasando de un entorno a otro, y por alguna razón pones tu cerebro en neutro por una fracción de segundo.
“Por alguna razón, sólo en ese momento, puede hablarte esa parte de tu mente de la que normalmente no estás consciente pero que en todo caso está trabajando -en una variedad de formas creativas que no comprendemos- el material que conscientemente has estado tratando de entender en vano”.
McLeish no obstante subraya que esos momentos no vienen de la nada: ocurren cuando has estado examinando algo por mucho tiempo, a veces obstinadamente probando una misma solución y sin permitirte un recreo sentado bajo un árbol de manzanas.
Además, señala que la mayoría de los momentos a los que él y otros colegas se refieren, no son “momentos eureka” sino una sucesión de“momentos ¡Aja!“, y que a menudo ocurren cuando hablas con tus colegas, pues la ciencia es una actividad de equipo, a lo largo del tiempo o/y la distancia.
Al final parece que depende de nosotros cómo interpretamos esos “momentos eureka“.
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