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La caída del helicóptero, donde la cartera del piloto fue más importante que el shock de la gente
Por lo general cuando en República Dominicana se produce un accidente de tránsito la actitud de la gente que viven por el lugar donde se produce el hecho es robar las pertenencias de las víctimas. Sin embargo es ahora cuando algunos medios de comunicación se percatan de ello a propósito del helicóptero que cayó en la populosa barriada de Maquiteria, barrio de la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana. Por cierto, esos mismos medios han mostrado más preocupación por el piloto accidentado que por la suerte de los residentes en la citada barriada, y lo que significó para ellos que sobre sus viviendas, y frente a sus narices, cayera un helicóptero. Hay personas que todavía están en shock, pero la cartera perdida, y luego encontrada de dicho piloto, ha estado hasta en la primera plana de algunos periódicos. Así se maneja alguna prensa en nuestro país.
Este es el piloto. Mientras le ayudan, un hombre le mete la mano en el bolsillo |
Por otra parte, helicópteros o aviones averiados no siempre caen sobre alguna zona habitada, digamos metropolitana. Cuando ocurre estamos frente a un hecho insólito. Sin embargo, mucha gente exhibió el mismo comportamiento tribal que practica cuando el accidente es de tránsito. En efecto, existen múltiples historias de accidentes de tránsito en los cuales las víctimas han sido objeto de robo por parte de algunas de las gentes que acude al lugar de los hechos. Mientras los accidentados sufren, se desangran o están atrapados entre hierro, gimiendo de dolor, desmayados o en estado crítico, estos se están robando todo: carteras, burtos, maletas, relojes…
El director de EL GRANERO vivió una de esas salvajes experiencias. El 14 de mayo de 1994 tuvo un accidente en el Distrito Municipal de Sabana Alta, provincia San Juan. Eran las siete de la noche y
Personas del barrio hablan sobre el momento de pánico sufrido durante caída helicóptero |
estaba oscuro.Tan pronto se produjo la colisión un grupo de gente corrió al automóvil donde ello estaban. Pudo ver que su hermano menor, que conducía el vehículo, estaba inerte, la cabeza recostada, de lado, sobre el asiento (luego murió). Las dos personas que estaban en el asiento trasero también habían perdido el sentido. Solo él quedó lúcido. Entonces trató de abrir la puerta del carro para salir, cuando no pudo evitar que un adolescente le quitara el sombrero blanco, de fieltro, que llevaba en su cabeza y que había sido de su padre. Trtaó, pues,inútilmente, de que le robaran aquel accesorio, que se perdió para siempre. Penosamente fue sacado del carro (apenas podía caminar)y llevado a la acera donde lo dejaron sentado. A lo lejos veía como la multitud se llevaba todo lo que podía, mientras otros intentaban darle los primeros auxilios a su hermano y las otros amigos heridos.
Así se comportan algunos dominicanos en estos casos. Unos roban, unos ayudan y la mayoría, simple y llanamente, curiosea.
Fue lo que ocurrió en este caso inaudito del aparatoso accidente del helicóptero que cayó en el barrio Maquiteria. Allí, como en los otros casos ya citados,se conjugaron la miseria, la deshumanización y el sentimiento tribal de la gente. Aquellos azotados por una vida miserable de limitaciones materiales ven allí la oportunidad de unos zapatos nuevos, unos espejuelos, un abrigo, una cartera llena de billetes, una maleta cargada de objetos, no perciben que se trata de seres humanos terriblemente golpeados, el espíritu de tribu le lleva a comportarse como aves de rapiña y solo alcanzan a ver la presa, en su caso el botín fácil de obtener, y actúan en consecuencia.
Claro está, la situación que tratamos es compleja, como la sociedad dominicana. Tiene muchas lecturas.